La política, la opinión y las redes

18/11/2010 - 00:00 Carlos Carnicero

No hacía falta llegar al comienzo de la campaña electoral catalana para observar el deterioro fulgurante de los partidos políticos, de sus líderes y de la política en general. Promueve patetismo observar que después de cuatro años de obsesión por la identidad catalana en competencia con sus socios independentistas, José Montilla renuncia a ese Satanás del electorado socialista tradicional para ofrecerse como garantía de la españolidad de Cataluña. Del Montilla que aburría hasta la saciedad con el "riesgo de desafección de Cataluña hacia España" hemos pasado al recordatorio permanente de sus orígenes andaluces y la consideración que para frenar el soberanismo y acentuar la españolidad no hay mayor garantía que el PSC. ¿Podrá en dos semanas ponerse la piel de camaleón de un socialista solidario? Naturalmente lo anterior convoca a que un sesudo publicista recurre a la equiparación de un orgasmo con el voto al PSC, porque probablemente es la mente de este genio de los vídeos estaba algún tipo de practica sexual masoquista. No da menos que hablar el juego inventado por la candidata del Partido Popular para cazar inmigrantes ilegales e independentistas. Son tan frívolos estos políticos que retiran la idea cuando la realidad les invita a contemplar el espanto que están provocando. Ocurrió hace algún tiempo con un panfleto racista. Una disculpa y hasta la siguiente. Y la xenofobia se le filtra al PP catalán por todos los poros. El itinerario sigue con el recurso a meterse con Andalucía y con los andaluces como reclamo de votos por parte de los independentistas. ¿Ideas en la campaña? Más bien escasas. Cálculos minuciosos de rentabilidad electoral. Empieza a ser preocupante la disociación de los partidos de los ciudadanos, la falta de capacidad de control de los militantes de las élites que les gobiernan y la absoluta falta de eficacia en el uso de las nuevas tecnologías al servicio de la renovación de la política. Las elecciones catalanas, su presumible abstención, va a ser un termómetro de lo que nos espera en España si los partidos no modifican sus conductas y les guardan el respeto debido a sus militantes y a sus electores: una progresiva berlusconización de la vida pública en donde los partidos tendrán serias dificultades para recuperar el crédito perdido .