La precarización de la cultura
13/01/2011 - 00:00
Decía no hace mucho José Antonio Marina que "hemos asistido a la idolatría de las culturas. Todas eran igual de valiosas, lo cual es una estupidez". La verdad es que no "hemos", seguimos inmersos en una cultura precaria, de bajo nivel, de usar y tirar, apresurada, en la que cualquier discrepancia o descalificación de supuestas ideas se toma como una ofensa a las personas y, por el contrario, cualquier persona puede instalarse en el insulto y en la descalificación sin ofrecer ni un solo argumento.
No hay debate cultural ni de ideas ni ético o moral -ni tampoco pensadores o filósofos en los medios- en esta sociedad de la innovación y el cambio vertiginoso y los vaivenes de la política, de la economía, del arte, incluso de la ciencia, nos dejan a la intemperie. Y por el contrario, como decía recientemente un periódico, en cuyas páginas escriben algunos expertos en la descalificación del contrario, "el insulto se ha instalado en la conversación española y se ha convertido en espectáculo".
La televisión tiene buena parte de culpa, pero, al final los culpables no son los personajes que protagonizan esa precarización de la cultura, sino quienes programan los espacios chabacanos, degradantes, desconsiderados, de maltrato y de chantaje en los que participan las "estrellas" cobrando indignantes salarios, y, por supuesto, quienes le dan audiencia, es decir los millones de espectadores que los siguen. Y si me apuran, también es culpable el ciudadano que discrepa de esa "socialización de la estupidez y de la vulgaridad" como la ha calificado el filósofo Emilio Lledó, y que sin embargo calla, no muestra su malestar y no exige otra cosa. Ver como una canal de noticias de excelente calidad como era CNN+ ha sido sustituido por la transmisión ¡24 horas al día, todos los días de la semana! de ese espectáculo denigrante, insulso, pura bazofia que es Gran Hermano es el mejor exponente de lo que digo.
Los que hace años decían que había que socializar la cultura, que la cultura era del pueblo y debía ser gratis total, no sólo son responsables de esos intentos de implantar una nueva censura en internet, sino que dirigen las máquinarias que producen una cultura sin valores, plagada de insultos y descalificaciones, que, además es la escuela en la que beben los más jóvenes. Esa cultura banal, de griterío e insultos, de descalificaciones está en las televisiones y en la calle, pero también en el Parlamento y es lo que aprenden quienes van a gobernar este país dentro de unos años. Dice un hombre culto y sabio, el abogado Antonio Garrigues, que "esta crisis no se va a resolver sólo con dinero, sino con una profunda regeneración ética". Capital humano, con fundamentos éticos, frente a una cultura precaria y, lo que es peor, a la aceptación pasiva de lo denigrante, ese acostumbrarse a tragar cualquier bazofia que nos den.