La responsabilidad del PP
01/10/2010 - 09:45
Por:
El comentario
Antonio Casado / Periodista
Acusaba al Gobierno este martes la secretaria general del PP, María Dolores de Cospedal, de no querer abordar en profundidad la reforma laboral y de quedarse apenas en un parche para contentar a los organismos comunitarios y a los mercados internacionales. Lo decía como careciese de importancia el hecho de complacer a quienes tantas veces han sido invocados por el PP, precisamente por sus indicaciones al Gobierno de España respecto a lo que debería hacerse en materia de política económica.
Para los dirigentes del PP esas sugerencias, siempre fueron la prueba de convicción utilizada como resorte argumental para regodearse en la incompetencia o la desidia de Zapatero. Nos tenían engañados. Ahora resulta que tomar decisiones a expensas de los dictados de la Unión Europea y los mercados internacionales es una forma bobalicona de ponerle parches a la situación, sólo para quedar bien con ellos.
A lo mejor Cospedal y el resto de dirigentes del principal partido de la oposición prefieren una reforma laboral más alejada de las indicaciones de la UE y más próxima a las tesis de los sindicatos. A saber: Una reforma laboral que lesiona los derechos de los trabajadores, abarata el despido y debilita la negociación colectiva. Es la valoración hecha pública por los líderes de UGT, Cándido Méndez, y de CC.OO., Fernández Toxo. ¿Deberíamos tomar en serio las referencias de Cospedal al PP como el verdadero partido de los trabajadores? En todo caso, el PP no parece estar por la labor de apoyar el decreto sobre la reforma laboral que el Consejo de Ministros envió este miércoles al BOE para su inmediata entrada en vigor, sin perjuicio de su paso por el Parlamento. Primero, en trámite de convalidación, la semana que viene. Y luego, en su tramitación como proyecto de ley, a la vuelta de las vacaciones de verano.
Moncloa dice que buscará el mayor consenso posible, pero no parece tener demasiada cobertura de los grupos parlamentarios para seguir adelante con su propuesta.
No todos los grupos tienen la misma responsabilidad. La del PP es especial. Constituido en legítima alternativa de poder para cuidar de una casa común en serio peligro de ruina, el PP no puede limitarse a ser el cronista de la cuenta atrás. Ni persistir en sus maniobras obstruccionistas, como cuando hace unos días hizo todo lo posible por reventar el plan de ajuste adicional del gasto público que, mejor o peor articulado, respondía a lo que los mercados y los organismos internacionales le pidieron a España en un momento especialmente difícil. Si acaso el Gobierno encontrase otros apoyos para sacar adelante la reforma laboral, no debería caer en la tentación de alejar del consenso al principal partido de la oposición. Pero el PP tampoco debería repetir su actuación en el llamado tijeretazo, pues su negativa a convalidarlo estuvo a punto de agravar los problemas de solvencia que arrastra la economía española en el exterior.
A lo mejor Cospedal y el resto de dirigentes del principal partido de la oposición prefieren una reforma laboral más alejada de las indicaciones de la UE y más próxima a las tesis de los sindicatos. A saber: Una reforma laboral que lesiona los derechos de los trabajadores, abarata el despido y debilita la negociación colectiva. Es la valoración hecha pública por los líderes de UGT, Cándido Méndez, y de CC.OO., Fernández Toxo. ¿Deberíamos tomar en serio las referencias de Cospedal al PP como el verdadero partido de los trabajadores? En todo caso, el PP no parece estar por la labor de apoyar el decreto sobre la reforma laboral que el Consejo de Ministros envió este miércoles al BOE para su inmediata entrada en vigor, sin perjuicio de su paso por el Parlamento. Primero, en trámite de convalidación, la semana que viene. Y luego, en su tramitación como proyecto de ley, a la vuelta de las vacaciones de verano.
Moncloa dice que buscará el mayor consenso posible, pero no parece tener demasiada cobertura de los grupos parlamentarios para seguir adelante con su propuesta.
No todos los grupos tienen la misma responsabilidad. La del PP es especial. Constituido en legítima alternativa de poder para cuidar de una casa común en serio peligro de ruina, el PP no puede limitarse a ser el cronista de la cuenta atrás. Ni persistir en sus maniobras obstruccionistas, como cuando hace unos días hizo todo lo posible por reventar el plan de ajuste adicional del gasto público que, mejor o peor articulado, respondía a lo que los mercados y los organismos internacionales le pidieron a España en un momento especialmente difícil. Si acaso el Gobierno encontrase otros apoyos para sacar adelante la reforma laboral, no debería caer en la tentación de alejar del consenso al principal partido de la oposición. Pero el PP tampoco debería repetir su actuación en el llamado tijeretazo, pues su negativa a convalidarlo estuvo a punto de agravar los problemas de solvencia que arrastra la economía española en el exterior.