La sinodalidad, responsabilidad de todos


La sinodalidad no es únicamente responsabilidad de algunos grupos u organizaciones eclesiales, sino que hace referencia a toda la Iglesia y tiene que ser vivida por todos.

Ante los constantes cambios sociales, culturales, políticos y religiosos, los últimos Papas nos están invitando insistentemente a emprender una nueva evangelización o una nueva etapa evangelizadora. La nueva realidad, con sus valores y contravalores, además de exigir una renovación del ardor misionero, nos pide también encontrar nuevos métodos, nuevas formas y nuevas expresiones para presentar el Evangelio.

Al reflexionar sobre la nueva evangelización o la misión evangelizadora que todos los cristianos deberíamos impulsar en estos momentos, el papa Francisco analiza con mirada creyente la realidad de nuestro mundo y afirma que ésta “exige de la Iglesia el potenciamiento de las sinergias en todos los ámbitos de la misión”.

Esta afirmación del Papa nos ayuda a descubrir el verdadero sentido de la sinodalidad, el camino que Dios espera de su Iglesia en el presente y en el futuro. La misión evangelizadora exige que todos los bautizados vivan la sinodalidad y ésta reclama la convergencia de los dones y capacidades de cada uno para ponerlos al servicio de los restantes miembros del Pueblo de Dios y de la sociedad.

Esto quiere decir que la sinodalidad no sólo debemos llevarla a cabo por exigencias de la misión, sino también de la comunión. La colaboración corresponsable de todos en la consecución del bien común es una exigencia que nace de la comunión que debe existir entre todos los miembros de la Iglesia para avanzar en la misión evangelizadora, esperando que, con la fuerza del Espíritu Santo, produzca frutos abundantes.

Haciendo suya la expresión de San Juan Crisóstomo, cuando afirma que “la Iglesia y el sínodo son sinónimos”, el papa Francisco nos ayuda a entender que la sinodalidad no es únicamente responsabilidad de algunos grupos u organizaciones eclesiales, sino que hace referencia a toda la Iglesia y tiene que ser vivida por todos sus miembros.

Esta dimensión sinodal de la Iglesia de Jesucristo debe concretarse en las reflexiones, encuentros y actividades pastorales de la diócesis, de los grupos apostólicos y de las comunidades parroquiales, especialmente cuando se trata de hacer un discernimiento para tomar decisiones pastorales en el presente y para el futuro.

Puesto que la comunión y la misión exigen la vivencia de la sinodalidad, en la puesta en práctica de la misma se concreta lo que Dios quiere de toda la Iglesia: caminar juntos laicos, consagrados, presbíteros y obispo, en comunión con el Obispo de Roma. Esto que es fácil decirlo, no es tan fácil vivirlo. Por eso hemos de pedir al Señor que nos conceda convertirnos de corazón a Él para seguir avanzando en la auténtica conversión pastoral.