La tinta del calamar
20/07/2011 - 00:00
Sumisa a la brillantísima estrategia de su partido para hacerse rápido con el poder central, y que consiste en decirle todo el rato a Zapatero que se vaya, Soraya Sáenz de Santamaría abundó ayer, en la sesión de control del Congreso, en la idea, por llamarla de algún modo, de que el Ejecutivo del leonés no inspira la menor confianza. Pues sí que el partido que mantiene a un imputado por cohecho como presidente de una importantísima comunidad inspira mucha. Francisco Camps, que ayer reapareció un poco, se debate, al parecer, entre reconocerse culpable y pagar una multa para eludir su procesamiento, o seguir adelante con los faroles. Su partido, cuya financiación pudiera ser objeto de profundos y enojosos escrutinios en el curso del proceso, le aconseja lo primero, que cante y pague, lo que equivale, en puridad, a obligarle a cargar él solo con el baldón de la culpabilidad reconocida y, en consecuencia, a hacerse el harakiri, a menos que la sociedad española encontrara divertido que un corrupto confeso gobernara y siguiera controlando los recursos de una gran comunidad autónoma, pues en ese caso, no tan improbable lamentablemente, el hombre podría seguir en su cargo tan campante. Ahora bien; puede que Camps atesore, a falta tal vez de otras virtudes, un poco de inteligencia, en cuyo caso preferirá embarcarse en su viaje judicial con la esperanza puesta en que, después todo, nunca se sabe cómo acaban los viajes. Lo raro es que ni Camps ni su partido se hayan dado cuenta todavía de que la situación es en los dos casos, el de la multa y el del juicio, insostenible para ambos. Aunque lo que parece que ocurre es más grave: sí se dan cuenta. Y, acostumbrados como políticos que son a ahormar la realidad a sus intereses, buscan la manera de escurrir el bulto por cualquier rendija, como sea, en tanto, eso sí, dan lecciones de "confianza" y de decencia política al primero que pillan, que hasta la última gota de tinta le vale al calamar ).