La última palabra
16/05/2011 - 00:00
Todas las encuestas publicadas durante este fin de semana anuncian que el PSOE sufrirá una derrota sin paliativos el próximo 22 de mayo. Yo no sé si acertarán al cien por cien, pero desde luego están mostrando una tendencia clara: los ciudadanos apuestan por el cambio, sólo que en esta ocasión ese cambio lo encarna el PP. Lo sorprendente es que, según las encuestas, el PP puede ganar en comunidades como la del País Valenciano en que su candidato Francisco Camps está en los tribunales a cuenta del escándalo Gürtel, y lo mismo sucede en otras comunidades donde también se extiende la sombra de Gürtel. Es decir, que los casos de corrupción o supuesta corrupción que afectan al PP no le quitan ni un voto a este partido, e incluso puede superar votos y escaños. En cuanto a la crisis económica, también pasa factura a los candidatos socialistas, pero pasa de largo por los candidatos del PP haya sido la que haya sido su gestión. Se podría decir que el PP va a ganar las elecciones a pesar suyo y gracias a los deméritos del PSOE.
De manera que los augurios no pueden ser más desoladores para los socialistas por más que las elecciones no se ganan en las encuestas sino en las urnas. Faltan muy pocos días para que los ciudadanos vayamos a votar en unas elecciones que, de cumplirse los pronósticos, van a provocar una crisis política de primera magnitud. Porque, si las encuestas aciertan, el Gobierno se va a encontrar en una auténtica situación de precariedad para poder seguir gobernando como si no pasará nada, pero dejemos que sean las urnas las que hablen, porque los populares pueden estar cometiendo el error de estar diseñando un abrigo con la piel de un oso que aún no han cazado. Pero quizá sean estos augurios los que están provocando una especial virulencia en las intervenciones de la mayoría de los candidatos.
Estos días estamos escuchando barbaridades, amen de alguna que otra tontería, provenientes de algunos candidatos de los dos grandes partidos. Esta es una campaña de broncas, de trazo grueso, en el que algunos políticos se deben de creer que los ciudadanos somos tontos. No hay argumentos sino frases lapidarias que sirven de titular y, desde luego, ni desde el PSOE ni desde el PP nos están contando cómo van a hacer para que las cosas vayan mejor. Mariano Rajoy, ya lo he comentado en otra ocasión, se está aplicando en parecer un centrista de pro, tanto que no se sabe si va o viene, si sube o baja. No dice una palabra más alta que otra, hace un discurso tan anodino que pasa inadvertido. Trata de no molestar a nadie para no despertar ni la más leve brizna de animadversión. Claro que los candidatos populares no imitan a su jefe y hay algunos que ponen los pelos de punta con las cosas que dicen. Frente al discurso anodino de Rajoy, el discurso del PSOE suena a la desesperada. Es un discurso que no engancha porque en estos momentos el PSOE tiene un problema de credibilidad.
En realidad, ese problema de credibilidad es del presidente Zapatero pero ha terminado impregnando a todo su partido ya que desde que, desde llegó al poder, Zapatero ha sido la marca socialista empalideciendo al PSOE. Yo diría que en estos momentos son Cayo Lara, de Izquierda Unida, y Rosa Díez, de Unión Progreso y Democracia, quienes están haciendo el esfuerzo de tratar a los ciudadanos como adultos, exponiendo sus programas, y dejando claro que harían en caso de que obtuvieran la responsabilidad de gobernar ayuntamientos o comunidades de Gobierno. Ni Cayo Lara ni Rosa Diez insultan, y eso ya es un alivio. Otra cosa es que en medio de tanto ruido alguien les escuche. Pero ya falta menos para que las urnas digan la última palabra y enmienden o no las previsiones de las encuestas.