La vacuna 'gratuita'

29/11/2020 - 12:50 Javier Sanz

La esperada vacuna no es gratuita, no señor, sale del bolsillo del contribuyente. Sí lo es, paradojas de la vida, la afirmación gubernamental y grosera de que la vacuna es gratuita.

Uno tras de otro, Sánchez e Illa, y después los que vengan, que vendrán con clarines afinados por un Redondo aprendiz de Maquiavelo, nos anuncian que la vacuna de la COVID19 será “gratuita”, en el sentido de que no tendremos que pagar cantidad alguna antes de descubrirle nuestro brazo a la enfermera. O sea, como dice nuestro diccionario, en su primera acepción: “de balde o de gracia”. Y no se les ha movido un músculo de la cara, tan sólo los imprescindibles de los labios para poder modular el caritativo mensaje, como acostumbrados nos tienen. 

De primero de Bachiller son las mínimas nociones sobre impuestos directos e indirectos. Con ambos el Estado cuadraba la caja, y tomaba nota de la economía familiar para hacer lo propio: aquí para el alquiler, aquí para la compra, aquí para el colegio de los hijos, aquí para ropa, allá para un extra pues este año caso se casa en Toledo una tía. Y a ser posible, tener un remanente por lo que pudiera venir, que acaba viniendo. No hay más. Si se procediera de esta manera y se presentaran los recibos como en las comunidades de vecinos el mundo sería más justo, sólo que, al final, aparecen artistas como aquel estudiante que en las cuentas que le pasaba a su padre justificando sus gastos incluía las doscientas pesetas que le habían costado las asíntotas. 

Ni la sanidad ni la educación ni el orden público ni las autovías públicas –para otro día las “privadas”- son gratuitas pues las sufraga el contribuyente mediante la retención de una cantidad, a veces pornográfica, se quiera o no, pues se detraen de la nómina sin elección posible y un mes detrás de otro. Es más, las vacunas del niño también las costea el padre. Tampoco son gratuitas las pensiones que a modo de sueldo recibe el ciudadano en directa proporción –es un decir- con lo aportado durante los años trabajados, no como inversión sino también para que funcionen el Ballet Nacional y la Federación de Voleibol, por ejemplo, le gusten a usted o no la danza clásica o el balonvolea. Y parece bien en una sociedad que se supone civilizadamente europea. Otra cosa es el gasto del icónico Falcon, que nunca el pájaro de hierro dio tanto de sí como en estos viajes al fin del mundo, o sea, de Moncloa a Logroño.

¿Son gratuitos los 777 asesores del Gobierno? ¿Y los 15 de un vicepresidente de tal, que pese a tan populosa dotación que le diga por dónde –es un suponer-, no aparece ni en las Residencias de Mayores ni en las Islas Canarias cuando toca? Tampoco lo son pues los pagamos, se quiera o no, por imperativo legal y en la palmaria inopia de tal vicepresidencia. De balde o de gracia se recibe del Estado más bien poco, casi nada. Cada puerta de cada Centro de Salud y de cada Colegio la abre cada mañana el encargado a quien han comprado los usuarios una llave para que gire la cerradura de ese edificio asimismo costeado a pachas por todos los cotizantes, y tanta obviedad da apuro recordarla ante la especie de la gratuidad de la sanidad, la educación y más.

O sea, que la esperada vacuna no es gratuita, no señor, pues sale del bolsillo del contribuyente. Sí lo es, paradojas de la vida, la afirmación gubernamental y grosera de que la vacuna es gratuita. Como insiste otra vez nuestro diccionario, el de la Lengua Española, esa que antes se hablaba en los patios de recreo de los todos los colegios españoles por muy rufián que se fuera. Ahora en la segunda acepción de gratuito: “Arbitrario, sin fundamento”. En tres palabras.