La vida deprisa
Acaba de publicar Javier Varela La vida deprisa. César González Ruano (1903-1965), una interesante biografía del periodista y escritor madrileño.
De él escribió Cela en su necrológica, allá en 1965, que “hizo de su propia vida el ardoroso combustible de su literatura”. Como Larra, como Azorín, como tantos otros, fue un escritor que construyó su obra publicando en los periódicos. Cada día. Entrevistas, reportajes, pero sobre todo columnas. Hasta 25.000, alardeaba en un inmoderado cálculo. Cultivó la autoficción, que tampoco había creado él, cuando ni siquiera estaba inventado el término. Poco interesado en la política, en la realidad inmediata, terreno pantanoso que podía siempre generar problemas, sobre todo en los azarosos tiempos que le tocó vivir, se centró en su propia vida, en lo cotidiano, en el detalle trivial, aparentemente ligero, al que sacaba punta. Nadie se exprimió tanto a sí mismo como César González Ruano, cuya personalidad construyó su propio personaje. Yo no tengo biografía, decía, tengo leyenda.
Acaba de publicar Javier Varela La vida deprisa. César González Ruano (1903-1965), una interesante biografía del periodista y escritor madrileño. Varela, profesor universitario y brillante ensayista, ha publicado recientemente otras dos grandes biografías, las de Blasco Ibáñez y Eugenio d’Ors, un género en el que se mueve con soltura y oficio, con rigor investigador y buena prosa. Ruano, como decía de él Manuel Alcántara, fue un ser literario. Escribía por las mañanas en los cafés, en el Teide, el Recoletos, el Gijón…, hasta que a mediodía anunciaba “ya estoy escrito” y continuaba su actividad de tertulias y actos públicos. Dandi, bohemio, presumido, provocador, cultivó el malditismo en su juventud. Su primer acto público fue una conferencia en el Ateneo de Madrid contra Cervantes, había que elegir bien los enemigos. Y su primer libro serio, una más que interesante biografía de Baudelaire. Fue corresponsal en Berlín y Roma en los años treinta. En el París ocupado por los nazis se dedicó a oscuras actividades que le persiguieron el resto de su vida. Regresó después a una España franquista en la que se acomodó bien y adquirió fama y prestigio como periodista. La biografía de Valera tiene pulso literario, no en vano arranca con el interrogatorio de la Gestapo al personaje, y va desgranando por capas sus múltiples caras y circunstancias: sus domicilios, su relación con Cuenca (también, aunque menor, con Sigüenza), sus enfermedades, su afán anticuario o sus leyendas.
Debo reconocer que, aunque había leído a Ruano, sobre todo su Diario íntimo, minucioso ejercicio de estriptis particular desarrollado durante catorce años, desconocía en buena medida su historia personal. Al fin y al cabo, en su propia construcción literaria sólo mostró lo que quiso. La biografía de Javier Varela aporta luz y recorrido histórico a un personaje tan atractivo como antipático por momentos, con tantas luces y sombras. No se lo pierdan.