La visita ad limina apostolorum (I)

13/02/2014 - 23:00 Atilano Rodríguez

Las peregrinaciones de los cristianos a Roma se prodigaron desde los primeros momentos del cristianismo. Son frecuentes las visitas para profundizar y ahondar en la fe ante los sepulcros de los apóstoles Pedro y Pablo, fundamentos de la Iglesia de Roma y, por tanto, de la Iglesia universal. Estas peregrinaciones han sido en el pasado y continúan siendo en el presente una ocasión propicia para que millones de bautizados se reencuentren con los orígenes más profundos de la fe de la Iglesia. Entre estas peregrinaciones organizadas a Roma, aparece muy pronto la «visita ad limina apostolorum» (visita a los umbrales de los sepulcros de los Apóstoles) por parte de los obispos. Son muchos los testimonios que ya nos hablan de la práctica de esta visita a partir del siglo IV.
Aunque el contenido y la periodicidad de la misma fueron evolucionando con el paso del tiempo, sin embargo permaneció siempre inalterable la oración ante las tumbas de los Apóstoles y el en encuentro fraterno con el Santo Padre. Si Dios quiere, desde el día 24 de febrero hasta el 8 de marzo, los obispos españoles hemos sido invitados por el Santo Padre para realizar la «visita ad limina».
En medio de sus muchas ocupaciones, el Papa Francisco considera muy importante este encuentro con el episcopado español, como ocurre con otros episcopados del mundo cada cinco años más o menos. Alguno se preguntará, ¿qué hacen los obispos en Roma durante los días de la visita? Aunque las actividades pueden multiplicarse, podríamos decir que las acciones fundamentales son la celebración de la fe y la oración ante las tumbas de los apóstoles Pedro y Pablo, la confirmación de la comunión eclesial mediante el encuentro con el Santo Padre y la visita a los Dicasterios o Congregaciones de la Curia romana. La peregrinación a las tumbas de los apóstoles es un momento esencial de la visita. En las basílicas de San Pedro y de San Pablo, los obispos solemos celebrar la Eucaristía o tener otro tipo de oración litúrgica para confiar al Señor los problemas y necesidades de todos los diocesanos, para dar gracias por el don de la fe y para expresar y consolidar la comunión con los restantes obispos de la Iglesia y con el Sucesor de Pedro, Cabeza del Colegio Episcopal y fundamento visible de la comunión de los Obispos y de los fieles.
La visita de los Obispos al Santo Padre tiene también gran importancia, puesto que el Papa tiene la misión de velar por el bien común de la Iglesia universal y, por tanto, por cada una de las Iglesias particulares. En este encuentro fraterno con el Santo Padre, que puede ser personal o grupal, se le informa de la realidad pastoral de las diócesis, de las dificultades para la evangelización, de los proyectos de futuro y se escuchan con especial atención sus sugerencias y orientaciones. Finalmente, el encuentro con los responsables de las Congregaciones o Dicasterios de la Curia romana es también muy necesario debido a la íntima comunión entre el Papa y los distintos organismos de la Curia. En estos organismos, desde una actitud de colaboración fraterna en el gobierno de la Iglesia, los Obispos presentamos los problemas de la diócesis, pedimos información sobre algunos temas concretos y acogemos con gozo las reflexiones y propuestas de los responsables de las Congregaciones y de sus colaboradores. Para que estos encuentros sean fructíferos y para que nos ayuden a todos a crecer en la comunión eclesial y en el cumplimiento de la misión evangelizadora, os invito a todos los diocesanos a invocar los dones del Espíritu Santo.