Las fiestas de ayer y hoy

14/09/2024 - 14:04 Jesús de Andrés

Transcurridos los años, poco tiene que ver la actual sociedad española con la de 1979.

Eran otros tiempos. Hace 45 años, en aquel lejano 1979, se legalizaba el juego y, con él, aparecían los primeros bingos en las ciudades y las primeras tragaperras en los bares. Un joven de 22 años llamado Severiano Ballesteros ganaba el Open Británico de golf mientras que un veterano Ángel Nieto conseguía su noveno título mundial de motociclismo. Las latas de refresco sustituían a las botellas. La versión teatral de la novela de Miguel Delibes Cinco horas con Mario arrasaba en taquilla y Pajares y Esteso, con Los bingueros, conseguían la mayor recaudación del año para una película española. España cambiaba a toda velocidad y en cada rincón se respiraban aires de libertad.

Las elecciones municipales, celebradas cuatro meses después de aprobarse la Constitución, completaron el tránsito del franquismo a la democracia. En Guadalajara, gracias a los pactos con el PCE, el socialista Javier de Irízar consiguió la alcaldía. Las primeras ferias estaban a la vuelta de la esquina y urgía instaurar un modelo festivo más acorde con los nuevos tiempos, eliminar la solemnidad anterior, alejar todo aquello que recordara a la dictadura, dar protagonismo a la diversión, trasladar la fiesta a la calle. Para ello se inventó una tradición, una nueva cultura festiva apoyada en tres patas: toros, peñas y alcohol. Toros que ya no eran las mustias corridas de una plaza de tercera sino multitudinarios encierros tras una noche de fiesta. Peñas que ya no eran un grupo de amigos reunidos en un local sino el colorido de la ciudad, que se llenaba de pañuelos morados y camisetas de colores, de charangas cruzando arriba y abajo las calles, invadiendo Guadalajara de música y estruendo. Y alcohol para que la fiesta no parase: el vino de las botas de las peñas, las litronas de cerveza en las verbenas, las bebidas de alta graduación para aguantar la noche. 

Transcurridos los años, poco tiene que ver la actual sociedad española con la de 1979. Entonces salíamos del franquismo, hoy, tras décadas de democracia, España, por fortuna, es otra. No sólo han evolucionado las infraestructuras y las administraciones, también lo han hecho la condición moral y los valores de los españoles. Lo taurino, como no puede ser de otra forma, está cuestionado desde distintos frentes. No entraré en ese debate, por lo demás tan trillado, que ocupa a partidarios y detractores de la tauromaquia, pero sí les daré una buena y una mala noticia a cada uno de ellos. La buena noticia para sus adeptos es que los toros no van a desaparecer a corto plazo; la mala es que lo harán al cabo de un tiempo. Para los antitaurinos las noticias son las mismas, pero invertidas. Mientras tanto, unos y otros tengan felices fiestas.