Lecciones prácticas
Fernando Sánchez Dragó, me exime de estar presente en su ponencia en la Feria del Libro, y aprovecho para marcharme a ver cómo van las obras de Restauración de la mezquita de Suleyman. Van tan bien que no podemos entrar, y nos tenemos que conformar con visitar las madresas y los magníficos alrededores. Es domingo y los comercios están cerrados, pero a unos pocos metros, en una calle que tiene como medio kilómetro de largo, se organiza un
rastro que debe ser semanal, y en el que aparecen docenas y docenas de puestos de ropa usada y de zapatos usados.
Sólo hay hombres. La única mujer es mi mujer, pero no se trata de nada discriminatorio, porque tanto la ropa como los zapatos que se exhiben son masculinos. La calle está atestada. Los clientes se prueban gabardinas, comprueban la largura de los pantalones sobre los que llevan puestos, o se embuten en abrigos y parcas para comprobar la talla. He visto algún puesto de ropa usada en el Rastro de Madrid, pero con detalles inequívocos de que han pasado por la tintorería. Estos que veo aquí, en este sector de la ciudad de Estambul, no tienen aspecto de ello, pero las ropas están limpias, y los zapatos lustrados. Me disgustaría dar una imagen de pobreza. Al contrario, la ciudad está pujante y los enormes atascos debido al gran número de automóviles que circulan por calles y autopistas dejan Madrid como un pacífico lugar campestre. Simplemente, se trata de una vieja tradición, no de algo impuesto por la necesidad del momento. De un hábito que todavía no se ha roto, y que no representa ningún desdoro. Y que convive con los miles de personas que, todos los días se acercan
a la Feria del Libro. En definitiva. Una lección práctica de nuestra manera de ver la crisis y de cómo se vive en la otra orilla del Mediterráneo, a pesar de que los grandes centros comerciales, tan impersonales, comienzan a competir con el Gran Bazar, como un anuncio terrible de modernidad vacua
Una investigación publicada por Financial Times muestra que incluso áreas teóricamente a salvo, como Educación, también sufrirán: dos tercios de las escuelas británicas verán reducidos sus presupuestos en contra de lo que prometió el Gobierno conservador.
Sin embargo, parecen faltarle detalles sobre ese plan del Premier británico, y le gusta poco, o nada, su recorte de 500.000 puestos públicos de trabajo. Rajoy también titubea, y se muestra incómodo, ante las objeciones que le hace el director de El País sobre la aplicación o no de las medidas de ajuste. Eso sí, reprocha que no recibiera invitaciones a participar en planes de ajuste ante la crisis. Se queja de que sólo una persona, posiblemente el Rey, le invitara a ello. Y dice luego que sería ésa una de las cosas que pediría al jefe de la Oposición en el caso de que él asuma el poder tras las siguientes elecciones.
Ni una palabra de elecciones anticipadas, y algunos planteamientos de duda sobre eventuales apoyos mutuos con Artur Mas para gobernar en Cataluña y en España, el día que en La Vanguardia se estima, según una encuesta, que el PP roza la mayoría absoluta pese al cambio del Gobierno. No parece que vea en riesgo el entendimiento de PP y PSOE en Euskadi, pero insiste en la necesidad de que el Gobierno se mantenga en la política antiterrorista que viene ejecutando, y en la conveniencia de que no proceda a negociar con ETA. Ve algunas prisas en Zapatero y el PSOE, posiblemente por el temor a que el final de ETA pudiera tener influencia en la campaña de 2012.
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