Lecturas de Patrimonio: El Castillo de Cogolludo


En el esfuerzo que la Academia de Ciencias Sociales y Humanidades de Castilla la Mancha está haciendo por llevar actividades culturales a los pueblos, el sábado pasado me correspondió actuar en Cogolludo, para exponer la simbiosis de pasado y futuro de su castillo medieval. Este es el resumen de lo que dije.

Un pasado remoto es el título de la caja donde se guarda este castillo. Siempre que se le señala se dice eso de él: –Y allí, en lo alto, el castillo, que entre sus muros guarda los secretos de un pasado remoto–. Afortunadamente han sido varios los estudiosos que se han ocupado de él, con la superficialidad que permiten sus ruinas, demasiado densas y cerradas. Uno ha sido Juan Luis Pérez Arribas, quien hace 30 años escribió una importante Historia de Cogolludo, analizando al detalle lo que encontró de castillo. Otros han sido los arqueólogos Daza, López-Muñiz y Vela, que se han pasado horas excavando, midiendo y recalculando. Más antiguamente fueron los cronistas Juan Catalina García, Francisco Layna y yo mismo, quienes dimos un repaso visual sobre el montón de ruinas. Pero todos sabiendo que la verdad del edificio solo la obtendremos cuando se haga una excavación en condiciones. O sea: cuando se retiren todos los derrumbes que le colmatan y se alcance el suelo original de la fortaleza.

Interior de la torre mayor del castillo de Cogolludo.

Para entendernos, hay que remontarse a la época en que fue construido, que se localiza en el siglo IX-X, cuando los musulmanes ocupaban esta vertiente meridional de la sierra central, y que consistiría en una simple torre de vigilancia sobre los valles que guardan el Henares. Ya en el XI aparece en documentos con el nombre actual, y es Alfonso VI el reconquistador quien se encarga de usarlo como frontera nueva frente a Al-Andalus. Después otros reyes castellanos lo entregan, en el XII, a la Orden de Calatrava, que es la que levanta el castillo con su extensión definitiva, poniendo nuevas torres, y altos paramentos entre ellas, creando la fortaleza medieval original, aunque frágil,  entera. Detrás de ellos sería de nuevo la Monarquía, y los señores a los que esta se lo fue entregando en custodia y disfrute, quienes se dedicarían a mantenerla. Hasta que ya a finales del siglo XV un gran señor, don Luis de La Cerda, primer duque de Medinaceli, sería quien ordenara de forma definitiva su arreglo, su cuidado, su uso y la culminación de una tarea bien meditada de convertir a Cogolludo en una villa potente y fuerte, arreglando y modernizando su castillo, y elevando una gran muralla en torno a la villa. De todo ello, de lo que a principios del siglo XIX quedaba, se encargó el General Hugo de tirar por los suelos, dinamitándolo y dejándolo inservible. Un regalo más que los ejércitos del Emperador Napoleón dejaron en España, para recuerdo de todos.

Desde entonces, lamentaciones muchas pero reconstrucción ninguna. La Naturaleza se ha encargado de dulcificar la superficie del derrumbe, y dejarlo como un montículo fortificado y verdoso. Que es lo que hoy vemos.

Proyección del castillo de Cogolludo en dibujo de Juan Luis Pérez Arribas.

El castillo tuvo una planta semicircular, con su diámetro orientado al sur, al pueblo, y la circunferencia hacia el norte, a la sierra. En el centro del diámetro, la gran torre que sería del homenaje, y que tenía una basamenta en cuadrilátero con un interior de estructura cilíndrica que remataba en bóveda de media naranja, de ladrillo macizo, tal como hoy todavía puede verse. Esos muros muy elevados, esas torres poderosísimas, daban prestancia exterior a la fortaleza, en la que vivieron durante siglos los alcaides y tropas defensoras, aunque con pocas tareas guerreras por hacer. En el interior del espacio habría adosados edificios de madera y tapial a los muros, como residencia de soldados y aún del alcaide, al que sabemos que el duque obligaba a permanecer allí arriba, como símbolo de su poder.

Además del castillo, Cogolludo contó con murallas, desde la época de los calatravos. Muy endebles, siempre con necesidad de reparos, el tema se concluyó en la última década del siglo XV, cuando don Luis de la Cerda mandó venir nada menos que a Cristóbal de Adonza y a Lorenzo Vázquez de Segovia, dos arquitectos y maestros de obras considerables, que trabajaron en numerosas obras para los Mendoza, a que dirigieran la construcción de una cerca poderosa, en la que llegó a haber seis puertas de acceso, y un total de cien torres, de las que hoy solo queda una de ellas y algunos fragmentos de muralla entre las casas.

Lástima que no acudiera por estos lares el dibujante holandés Anton van den Wyngaerde, quien a instancias del rey Felipe II recorrió España entre 1560 y 1570 dibujando en perspectivas semiaéreas las ciudades más relevantes (lo hizo en Guadalajara, en Alcalá y Madrid, por ejemplo) Hubiera conseguido algo espectacular con Cogolludo.

Vista aérea del estado actual del castillo de Cogolludo.

En todo caso, lo que tenemos hoy, aparte de este breve recuerdo histórico, la visión documental muy detallada de su muralla, y el análisis científico de las ruinas que han quedado, es el gesto de señalar con el dedo, desde la plaza renacentista de la villa, el castillo en lo alto, como un apéndice que solo vemos si nos quedamos quietos, porque dando la vuelta al pueblo en coche casi ni se aprecia. 

El problema real, al que hoy nos enfrentamos, es el de su futuro. Dada la situación de España en estos momentos, parece utópico hablar de reconstrucción de esta fortaleza. No hay medios (económicos) y sobran problemas por delante que resolver antes que ese. Pero no sería anodino preocuparse por pensar en etapas, en procesos sucesivos, en una primera opción de desescombro, de análisis, de alcanzar su original nivel de pavimento, y pensar luego en el refuerzo de sus muros, en la adecuación a una visita, en una pequeña estación museística que contara, con lo que se sabe ahora y lo que se sabrá tras su excavación, sobre este monumental castillo que añadió otro punto señero a la vigorosa red de defensas y fortalezas castellanas. También de ese futuro hablé, y fue precisamente lo que más interés y debate originó al fin de la charla.