Libertad duradera
01/10/2010 - 09:45
LA VENTANA
Rafael Torres,
PERIODISTA
Quien retiró las tropas de Irak por actuar en beneficio del despojo y la infamia, no ve con los mismos ojos el tormento que nuestros soldados sufren en Afganistán.
Los soldados españoles que participan en la ocupación militar de Afganistán no están allí en misión de paz alguna, y los ochenta y siete que han muerto hasta hoy en acciones de guerra (que evidentemente son acciones terroristas, como todas las de guerra) así lo acreditan.
Sobre el suelo reseco de Afganistán, un montón de ruinas ya en 2001 cuando Bush descargó su furor bélico sobre él, nuestros soldados han dejado su sangre y sus vidas como las han dejado los chicos de otros tantos países, pero, sobre todo, los propios naturales del infortunado país del opio, el gaseoducto y los señores de la guerra, que si antes sucumbían a la demencia talibán y a las innumerables guerras intestinas, hoy lo hacen, y en mayor número, reventados por los bombardeos de la aviación de los Estados Unidos, aquella que desplegó sus alas, por lo visto, para llevarles la Libertad Duradera. En efecto; ninguna libertad tan duradera como la muerte, que libera a los hombres, para siempre, de todo.
España, gracias a un político que cumplió su promesa electoral, salió de la ominosa guerra e invasión de Irak, pero, por no irritar absolutamente al amigo americano, no sólo dejó sus tropas de ocupación en Afganistán, sino que con el tiempo las ha ido incrementando, si bien puerilmente camufladas, de cara a la opinión, bajo el pretexto del amparo de la ONU y de su empleo en misiones de paz y de reconstrucción. En estos siete años, sin embargo, ni se ha instalado la paz ni se ha reconstruido maldita la cosa, sino antes al contrario, pero he aquí que quien retiró las tropas de Irak por actuar en beneficio del despojo y la infamia, no ve con los mismos ojos el tormento que nuestros soldados sufren ni el que contribuyen a difundir en Afganistán. Nadie puede preguntar ya, empero, a Juan Andrés Suárez ni a Rubén Alonso la índole de su misión allí. Descansan, ahora sí, en paz.
Sobre el suelo reseco de Afganistán, un montón de ruinas ya en 2001 cuando Bush descargó su furor bélico sobre él, nuestros soldados han dejado su sangre y sus vidas como las han dejado los chicos de otros tantos países, pero, sobre todo, los propios naturales del infortunado país del opio, el gaseoducto y los señores de la guerra, que si antes sucumbían a la demencia talibán y a las innumerables guerras intestinas, hoy lo hacen, y en mayor número, reventados por los bombardeos de la aviación de los Estados Unidos, aquella que desplegó sus alas, por lo visto, para llevarles la Libertad Duradera. En efecto; ninguna libertad tan duradera como la muerte, que libera a los hombres, para siempre, de todo.
España, gracias a un político que cumplió su promesa electoral, salió de la ominosa guerra e invasión de Irak, pero, por no irritar absolutamente al amigo americano, no sólo dejó sus tropas de ocupación en Afganistán, sino que con el tiempo las ha ido incrementando, si bien puerilmente camufladas, de cara a la opinión, bajo el pretexto del amparo de la ONU y de su empleo en misiones de paz y de reconstrucción. En estos siete años, sin embargo, ni se ha instalado la paz ni se ha reconstruido maldita la cosa, sino antes al contrario, pero he aquí que quien retiró las tropas de Irak por actuar en beneficio del despojo y la infamia, no ve con los mismos ojos el tormento que nuestros soldados sufren ni el que contribuyen a difundir en Afganistán. Nadie puede preguntar ya, empero, a Juan Andrés Suárez ni a Rubén Alonso la índole de su misión allí. Descansan, ahora sí, en paz.