Lo relativo de la vida

01/10/2010 - 09:45 Hemeroteca

Por: Redacción
El comentario
FERNANDO ALMANSA, Periodista
En Cantabria, hay varias cuevas con pinturas prehistóricas, algunas de reconocido prestigio internacional por su calidad y estado de conservación. Este verano puede visitar una de estas cuevas, las del Castillo, donde hay magníficas pinturas rupestres y el entorno de la cueva es impresionante en si mismo.
Pero lo que más honda impresión me causó en esta visita, fue la pintura de una mano humana sobre una de las paredes de la cueva. Una mano pintada en negativo con la técnica de rociado de pigmentos en forma de spray sobre la propia mano. Una mano como las siguen dibujando todos los niños y niñas mundo en las escuelas, y en sus casas. Una mano pintada hace decenas de miles de años por un antecesor nuestro, y que se conserva en perfecto estado, como si esa persona hubiera dejado su marca hace tan sólo unos días.

Miles de años después, los seres humanos seguimos representando nuestras manos, para identificarnos, para dejar huella de lo que somos, y querer perpetuarnos inútilmente ante la fugacidad de la vida.
La mano de las cuevas del Castillo, como tantas otras pinturas rupestres, me hacen pensar lo relativo de la vida, como todo pasa y nada queda, como lo que hoy nos agobia y parece fundamental, pasa a ser despreocupante y accesorio en un plazo breve de tiempo.
Y sin embargo el ser humano repite en cada generación y en cada persona su propio ciclo vital, y se enfrasca en batallas inútiles, esfuerzos estériles y conflictos innecesarios.
En estos días, mientras vemos el conflicto de Rusia con Georgia, o las interminables elecciones primarias Norteamericanas, o la disputa por la financiación autonómica, se me aparece la mano de la cueva del Castillo, fresca, simple, clara, y antigua. Una mano de un antepasado que me dice: yo también estuve aquí, yo también confundí lo relativo con lo absoluto. Un mano que me hace pensar, que volver la vista a lo esencial, a lo absoluto, es lo importante; y que vivir la vida en plenitud en su día a día sólo se puede hacer desde la conciencia serena de la fugacidad humana; intentando dejar huellas de sabiduría para las generaciones futuras.
Seguramente quien pintó aquella mano, aquella “requetatarabuela” o abuelo nuestro, lo hizo para dejar un mensaje, y ahora miles de años después yo quiero interpretarlo y recogerlo.