Los diputados constituyentes
Han sido muchas los lectores que nos han solicitado ahondar un poco en la posición mantenida por los diputados de la provincia respecto a la Constitución de 1931 que supuso un paso rotundo en nuestro país en lo que se refiere a la igualdad de sexos.
Hace casi un mes, en las vísperas del puente de la Constitución, estuvimos comentando cómo la Constitución de 1931, aprobada por el Congreso de los Diputados el 9 de diciembre de ese año, supuso uno de los pasos más rotundos que ha dado nuestro país en lo que se refiere a la igualdad entre los sexos.
A lo largo de estas semanas, han sido muchas las lectoras y lectores que nos han solicitado ahondar un poco en la posición mantenida por los diputados de la provincia de Guadalajara, dos de los cuales son mencionados en el artículo citado por haber actuado como anfitriones de Victoria Kent ─entonces directora general de Prisiones y primera mujer en ocupar un cargo público en democracia─ durante las pocas horas que estuvo en la capital.
Pues bien, a Guadalajara, que era una circunscripción pequeña, le correspondían cuatro escaños, los cuales fueron ocupados por otros tantos hombres, a la sazón: el más votado, José Serrano Batanero, de Acción Republicana; seguido de cerca por Marcelino Martín González del Arco, del PSOE; Álvaro de Figueroa y Torres, liberal-monárquico; y Eduardo Ortega y Gasset, del Partido Radical Socialista, el cual había sido elegido en otras dos circunscripciones, concretamente Granada y Ciudad Real, quedándose finalmente con esta última.
El 4 de octubre, ya con posterioridad al célebre debate sobre los derechos electorales de los españoles que tuvo lugar el 31 de octubre y el 1 de noviembre, se celebraron unas elecciones parciales para cubrir los vacíos representativos que, como en Guadalajara, se habían producido en numerosas provincias al haberse presentado una misma persona en varias de ellas. Así, el socialista Miguel Bargalló Ardevol consiguió su acta parlamentaria en sustitución de Ortega y Gasset y, aunque votó la Constitución, no llegó a tiempo de participar en los debates más decisivos sobre el sufragio femenino.
La cuestión es que ninguna de sus señorías alcarreñas se pronunció a favor de que las mujeres pudieran votar, si bien con matices en cada uno de los casos. Mientras que Figueroa y Torres (el todopoderoso conde de Romanones) se posicionó en contra, Martín y Serrano Batanero se abstuvieron. Ortega y Gasset también se opuso siguiendo la consigna de su partido bajo el argumento de que el voto de las mujeres pondría en peligro la recién estrenada República.
Fuente: Anuario del Congreso de los Diputados.
Marcelino Martín, que además era alcalde de Guadalajara, pertenecía al pequeño sector socialista que decidió inhibirse (de ciento diez diputados, ochenta y cuatro se definieron propiciamente al sufragio femenino y ninguno en contra). Sin embargo, aunque el cifontino Serrano Batanero asimismo se abstuvo, lo cierto es que lo hizo contradiciendo la postura oficial de su partido, que rechazaba el derecho al voto de las mujeres porque harían ganar a las derechas.
Tras los intensos debates sobre el sufragio de la féminas y llegado el momento de aprobar la Constitución, nadie se manifestó desfavorablemente a la carta magna, con trescientos sesenta y ocho diputados a favor y ochenta y nueve ausencias. A partir de ese momento se inició el despliegue de una considerable panoplia jurídica para que las mujeres lograsen la ciudadanía plena, comenzando por el reconocimiento de sus derechos políticos.
En cuanto a nuestros cuatro diputados constituyentes, estos corrieron diferente suerte. El catedrático de Instituto y alcalde de Guadalajara, Marcelino Martín, y el insigne jurista procedente de Cifuentes, José Serrano Batanero, fueron fusilados en 1940.
Ortega y Gasset, hermano mayor del filósofo José Ortega y Gasset (diose la circunstancia de que el pequeño, también diputado pero por la Agrupación al Servicio de la República, se mostró partidario del voto femenino), y Bargalló, acreditado pedagogo y director de la Escuela Normal de Maestros de Guadalajara, murieron exiliados en Venezuela y México respectivamente
Sin duda, el que mejor supo flotar en las turbulentas aguas del franquismo fue el conde de Romanones, varias veces ministro y otras dignidades políticas durante el reinado de Alfonso XIII dentro Partido Liberal, que acabó apoyando a Franco y, aunque en la dictadura no participó en política, siguió siendo afortunado en los negocios.
Las consecuencias de la aniquilación de las libertades son terribles, por lo que debemos cuidar constantemente nuestra democracia, sin dar por hecho que sea un régimen irreversible. Las mujeres lo sabemos bien, ya que con la dictadura retrocedimos siglos y perdimos la referencia de aquellas predecesoras que desde distintos planteamientos ideológicos lucharon por sus/nuestros derechos. La difamación, la manipulación y la polarización que ponen en peligro la estabilidad social y democrática me tienen harta.
PD. Quisiera mostrar mi apoyo a Pablo Bellido por las descalificaciones inmerecidas a las que se está enfrentando. No lo hago por afinidad ideológica ni por amistad, sino por conciencia democrática.