Los dragones verdes en la bóveda de San Francisco


En la colonia de dragones de la bóveda, un caso singular pero no exclusivo, descubrimos las figuras de 117, unos con el cuerpo alargado, otros mostrando solo ojos y cabezas, todos de color verde y con aspecto pacífico.

Hace algún tiempo publicaba un articulo sobre la presencia de los Caballeros del Cristo del Templo de Salomón, los Templarios, en nuestras tierras de Guadalajara y hacia referencia a la presencia hacia el año 1200 de una casa de la Orden que se estableció en el lugar donde se alzaba el antiguo TYCE y la Iglesia de San Francisco, iniciativa que se debió a doña Berenguela de Castilla (1160-1242), madre del rey Fernando III (1199-1252). Se dice que algunos documentos avalan esta presencia en 1237. Los Templarios como Orden fueron disueltos por el Papa Clemente V en el año 1312.

En 1330 la infanta y Señora de Guadalajara, Doña Isabel, hija de Sancho IV (1258-1286), se la cedió a los franciscanos, que a través de los siglos han estado unidos a la historia de nuestra ciudad, a la que todavía pertenecen a través de los franciscanos de la Cruz Blanca, dedicados al cuidado de las personas mas necesitadas.

En 1394 un gran incendio destruyó el convento y con la reconstrucción se comenzó la edificación de la Iglesia, bajo el patrocinio de los Mendoza que habían llegado a Guadalajara en la primera mitad del siglo XIV, siendo su principal impulsor Don Diego Hurtado de Mendoza  (1367-1414). Sería terminada por el Cardenal Mendoza (1428-1495). En la iglesia se mezclan los estilos gótico y barroco, interviniendo en su parte final intervino el arquitecto Juan Guas (1430- 1496).

La Iglesia es de una sola nave, iniciada por un coro alto, y encuentra a lo largo de sus muros las capillas, en numero de cinco a cada lado con advocaciones a Nuestra Señora de las Batallas, San Juan, del Olvido, a San Antonio, al Santo Cristo de la Esperanza, a Santa Rosa, a la Purísima Concepción, a San Francisco Javier y al Cristo Pobre. En el Altar Mayor, el ábside de estilo  gótico con las ventanas con parteluces y calados ojivales.

Y debajo la cripta de los Mendoza que comenzó a construir la séptima duquesa del Infantado, Doña Ana de Mendoza (1554-1633), a la que ahora podemos contemplar y admirar una vez hecha la restauración de la misma entre los años 2007 a 2011. Se debe al undécimo duque del Infantado, Juan de Dios de Silva y Mendoza (1672-1737), una cripta que tuvo como modelo la de los Reyes del Escorial. Sólo que esta es circular y la de Guadalajara de forma elíptica. Las obras de la cripta las comenzó Felipe Sánchez (1650-1712) y las concluyó Felipe de la Peña, cripta que sufrió graves daños durante la invasión francesa en 1813. Cuando los monjes habían  abandonado el Convento, los soldados profanaron y saquearon las tumbas buscando joyas y los restos entre los que se encontraban los del Marqués de Santillana (1526-1601) fueron desperdigados y una vez recogidos llevados en 1859 a la Colegiata de Pastrana.

Se dice que Juan Ruiz, el arcipreste de Hita (1283-1350), escribió en el Convento el Libro del Buen Amor y que estuvo enterrado en la Iglesia, pero se carece de documentos fehacientes sobre estos hechos. Lo que si se sabe con seguridad es que el máximo representante del romanticismo en España, José Espronceda y Delgado (1808-1842), denunciado por sus ideas liberales, fue condenado a exiliarse de Madrid, viniendo al Fuerte de Guadalajara en 1824, donde su padre estaba destinado como militar. En nuestra ciudad pasó una condena de tres meses. También en el recuerdo del edificio conventual el insigne dramaturgo Antonio  Buero Vallejo (1916-2000), que durante los años 1929-1934 residió en él , ya que su padre Francisco era comandante jefe de la Maestranza y Parque de Ingenieros que así se denominaba entonces el establecimiento militar. Con la desamortización de Mendizábal el Convento fue clausurado y en 1847 adquirido por el Ministerio de la Guerra  que permaneció en nuestra ciudad 152 años. El denominado TYCE  abrió sus banderas en Guadalajara  el 31 de diciembre de 1998, con la presencia del ministro de Defensa Pedro Morenés. 

En el año 2000, el día uno de enero, siendo alcalde de la ciudad firmé la cesión de la Iglesia (que previamente había sido cedida al ayuntamiento el 10 de diciembre de 1999 en documento que firmé con el general Lario), de manera provisional al Obispado representado por el prelado D.Jose Sánchez , cesión que se hizo firme durante la alcaldía de Jesús Alique (2003-2007), terminándose la rehabilitación del templo y la cripta siendo alcalde Antonio Román (2007-2019), templo, que hoy sobre una colina de 53 ms. de cota sobre el punto más bajo de Guadalajara constituye uno de los monumentos mas importantes de la misma.

La fachada fue reconstruida  en 1943 cuando se encontraba al frente del fuerte el coronel José López Tienda, la cripta,.. todo ello constituye un conjunto digno de ser visitado y la bóveda sobre el altar mayor, con las nervaduras sobre las que se vislumbra una enorme colonia de dragones verdes, caso que es singular, pero no exclusivo de Guadalajara,  pues son dragones que se pueden divisar en iglesias cercanas como la de la Villa del Prado y Robledo de Chavela de Madrid, en San Bartolomé de Toledo, en la iglesia de Santiago de Ciudad Real… o en más alejadas como la de SanPerè Ripoll de Gerona o el Monasterio de la Santísima Trinidad de Valencia.

El dragón ha sido casi  siempre considerado como el símbolo del mal, la figura horrible de Lucifer, la bestia vencida por San Jorge, pero en estos casos al ocupar uno de los lugares más respetados y dignos de nuestras iglesias, las nervaduras de las bóvedas de los altares mayores, hay que pensar que hacen referencia al significado católico del Medievo en que se decía que  los dragones que se  encargaban de eliminar el pecado.

La colonia de dragones de las nervaduras de la bóveda del altar mayor de la iglesia franciscana de  Guadalajara es la mas numerosa de las descritas, en ella descubrimos las figuras de 117, unos con el cuerpo alargado, otros mostrando solo ojos y cabeza, arracimados en grupos de cinco en los cuatro ángulos de cierre de la bóveda , en el centro como si fueran una hidra de 12 cabezas, aunque se trata de una agrupación que el artista ha hecho de los mismos, todos de color verde y con aspecto pacifico, un elemento singular que sin duda enriquece el patrimonio artístico de la ciudad y merece la pena ser contemplado, junto con el resto del templo, el más amplio de Guadalajara  y la belleza de la Cripta de los Mendoza.