Los matices de la fiesta taurina

09/10/2011 - 00:00 Redacción


   Diversos colectivos se han manifestado hoy por las calles de la capital para mostrar su rechazo a la fiesta de los toros y su designación por parte de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha como Bien de Interés Cultural. Pedirán la abolición de la tauromaquia, cuando es considerada por muchos ochos colectivos como un arte. Desde luego que, en ningún caso, se puede permitir la tortura del animal en festejos populares de los pueblos en los que no se cumple, ni de lejos, la normativa establecida y en los que las reses bravas sufren situaciones reales de acoso. Sin embargo, de todos es sabido el gran arraigo de esta tradición en nuestra cultura y la cantidad de seguidores que tiene la vertiente artística de una celebración, que, por otra parte, constituye uno de los motores económicos de la economía provincial, nacional y regional. En Guadalajara es todo un ritual acudir, cuando llegan las fiestas, a la corrida de toros y asistir al deleite que supuso este año, sin ir más lejos, ver a Fandiño, Ponce y Cayetano toreando en la plaza de las Cruces. Cientos de guadalajareños, esa tarde, lucieron sus mejores galas, se echaron la bota y el bocadillo, y disfrutaron de un espectáculo como pocos. No obstante, es igualmente valorable y respetable la opinión y la actitud de los antitaurinos, que en no pocas ocasiones han sacado adelante numerosas denuncias sobre actitudes que constituyen una auténtica ofensa a la dignidad de un animal que, al contrario que sucede en el coso taurino, sufre en numerosas ocasiones auténticas vejaciones, son apaleados y tienen que aguantar los embistes de los vehículos que participan en los encierros por el campo. Denuncias como las que han realizado han derivado en un control más minucioso por parte de las autoridades del desarrollo de estos eventos que ha derivado en algunos casos en que algunos ayuntamientos hayan decidido suspender los encierros, conscientes de la responsabilidad que implican.