
Los proyectos de navegación por el Tajo
Una parte curiosa de la historia del río Tajo es la de los proyectos que a lo largo de los siglos se fraguaron con objeto de hacerle navegable, y así eje de la economía de la nación, constreñida muchas veces por su complicada orografía y la dificultad de completar en breve tiempo el trayecto de sus caminos.
Desde tiempos muy antiguos, cuando los medios de comunicación eran precarios, las distancias largas entre puntos de la Península Ibérica, y los caminos malos, peligrosos, sujetos al asalto y con incierta capacidad de cumplir plazos en el transporte de mercancías, pensaron las gentes que sería buena cosa trasladar gentes y manufacturas por la superficie de los ríos. En la mayor parte de Europa esto tenía su razón de ser, por la longitud de sus cursos de agua y lo llano de sus geografías. Pero en España había cierta desemejanza con ellos, dado que los ríos hispanos son de caudal alborotado y complicado trazado.
Desde la época de los árabes ya se empezó a pensar en ello, y la vía fluvial se aprovechó en la Reconquista para darle batalla al moro frente a Sevilla. Ahí tenemos al almirante Ramón Bonifaz rematando la conquista, en el siglo XIII, de la ciudad de Hispalis, a partir de sus barcos cántabros. A finales del siglo XV, la reina Isabel planteó hacer navegable el Tajo por Toledo.
Pero fue en la época de Felipe II cuando la idea de unir Toledo con Lisboa por el río Tajo cobró gran cuerpo, y se hicieron estudios para posibilitarla. Era una postura económicamente básica para aunar más todavía la naciente realidad política de una Península Ibérica unida bajo un solo cetro. En 1561, se planeó un canal de riego navegable entre Oreja y Toledo, pero nunca vio la luz. El proyecto fundamental es el que Antonelli planteó a Felipe, en 1581. Se incluía la posibilidad de ponerle puerto a Madrid, haciendo navegable el río Manzanares desde la Marañosa, allí donde se une con el Jarama. En esa época, la de los grandes alientos, se iniciaron o continuaron estudios, obras y sueños que establecían canales (el de Aragón, el de Castilla, el de Guadarrama…) para llevar sobre aguas fluviales mercancías a los puertos marítimos, especialmente de Cantabria, Asturias y Portugal, y así hacerlas llegar a todo el mundo. Pero estas ideas se acabaron con la muerte, en un breve periodo de tiempo, de sus promotores, Antonelli y Felipe. Y se quedó en el aire la idea.
El Memorial que dirigió Carlos de Simón Pontero al rey Fernando VI para hacer navegable el río Tajo.
El siglo XVII ve otros intentos en este sentido. Luis Carduchi y Julio Martelli, italianos, junto al toledano Eugenio Salcedo, lo plantearon en 1641, escribiendo su extraordinaria Chorografía del río Tajo. Esta obra, se conserva, con multitud de datos, dibujos y mapas, en la Real Academia de la Historia. E incluso el conde Duque de Olivares planteó extender la navegación hasta la madrileña casa de Campo, y posteriormente, en 1662, los coroneles Carlos y Fernando Grunenberg plantearon unir Toledo con Madrid, a través del río Manzanares, mediante canales, diques y presas, tanto en este río, como en el Jarama, llegando a redactar en 1668 un memorial con el proyecto.Lo más interesante, sin embargo, fue planteado en el siglo XVIII por un alcarreño ilustrado, don Carlos de Simón Pontero (1715-1757), natural de Chillarón del Rey, que había pasado su infancia en la orilla del Tajo, y se empeñó en hacer realidad ese viejo sueño de los españoles. Aunque tras sus estudios en la Universidad de Sigüenza, y con el título de licenciado en Cánones y el nombramiento de jurisconsulto y Abogado de los Reales Consejos, más el de Alcalde de Casa y Corte con influencia en el nuevo palacio real, se dedicó a múltiples destinos de oidor en tribunales de toda España, la idea de crear una empresa que titularía Compañía de la Navegación del Tajo le rondó desde muy joven, y se puso a ello con peticiones a la Corte, y apoyos varios entre los intelectuales e ilustrados madrileños, entre los que destacaron don José de Carvajal, ministro de Estado, y el de Hacienda, marqués de la Ensenada. Un gran estudio de Jesús López Requena, El proyecto de navegación del Tajo de Carlos Simón Pontero (1752-1757) editado en 2020 por la Fundación Juanelo Turriano nos entrega completa la historia de este sueño, que durante años propugnó nuestro paisano, que le costó mucho dinero de su propio pecunio, y que al final le costó la vida porque murió (repentinamente, la noche del 8 de noviembre de 1757, a los 42 años de edad, posiblemente de una hemorragia cerebral masiva como consecuencia de una subida de tensión) y con él se apagó el intento.
Aparte de numerosas reuniones, alianzas, viajes e informes, contó con los estudios geográficos minuciosos que por su encargo hicieron José Briz y Pedro Simó y Gil, que analizaron palmo a palmo las orillas de todos los ríos, anotando sus problemáticas, los puentes, los pueblos, los saltos, los aprovechamientos y las carencias, así como los recursos en su entorno. Y, sobre todo, realizaron unos planos con anotación de la geografía en torno al Tajo que dan mucha luz sobre aquellos tiempos.
Uno de los planos de Antonelli para el estudio de la navegación por el Tajo.
El inicio de los trabajos de Simón Pontero está en relación con los que él apreció de problemas de abastecimiento a la Corte. Y así escribió un memorial titulado Medios con que un Corregidor de Madrid puede hacer feliz esta Provincia, las de Guadalajara, y Toledo, y aun la mayor parte de Castilla la vieja, Mancha, y Alcarria con las maiores ventajas a la Corte. Conteniendo las “diferentes proposiciones que tengo adelantadas, para asegurar el pan, vino, aceite, carnes frescas, y saladas a precios fijos, perpetuos, y acomodados en que interesarán, no menos que Madrid, las dos Castillas. El estudio es de 1755, cuando dio comienzo sus trabajos en torno a esta gran empresa, pero finalmente no cuajó en nada, las complicaciones burocráticas de la Corte fueron frenándolo, y la muerte del emprendedor cercenó completamente el proyecto.
Todavía en 1768, el francés Jacques Hardouin-Mansart de Sagonne presentó a Carlos III el proyecto de un canal para conectar el Atlántico y el Mediterráneo, centrado en el del Manzanares. Una obra colosal, que la monarquía borbónica consideró, empezando las obras de este canal en 1770, pero interrumpiéndose poco después. En 1776, el aragonés Mateo Jaime planteaba al Consejo de Castilla instaurar en el Tajo, su sistema de navegación ya probado con éxito en el Ebro.
Finalmente cabe recordar que en el siglo XIX, pasado el turbión de la Guerra de la Independencia, se volvió a retomar el tema de la navegabilidad del Tajo, a través del brigadier Francisco Javier de Cabanes, quien en 1829, escribió la Memoria que tiene por objeto manifestar la posibilidad y facilidad de hacer navegable el río Tajo desde Aranjuez hasta el Atlántico, las ventajas de esta empresa y las concesiones hechas á la misma para realizar la navegación. Y añadió unos Planos que representan los reconocimientos de las riberas del Tajo verificados en 1641, 1755 y 1828 con objeto de arreglar la navegación de este río. Y que son unos documentos preciosos de geografía hidrográfica, muy minuciosos.
Uno de los planos de Briz y Simón Pontero para hacer navegable el río Tajo.