Los sueldos políticos como arma arrojadiza

05/08/2011 - 00:00 Redacción

En un verano de hastío informativo, los sueldos de los representantes públicos se están convirtiendo en el mejor entretenimiento de políticos y periodistas. Si esta semana llegaba desde Toledo el primer enfrentamiento sobre la retribuciones que recibirán los asesores del Gobierno de Cospedal, ayer mismo, el salón de Plenos de la Diputación provincial se convertía en el escenario de una polémica relacionada con los liberados de los distintos grupos. En una sesión tensa, en la que incluso las dos presidentas ( la saliente- Mª Antonia Pérez-León, y la entrante -Ana Guarinos-) se enzarzaron en una discusión sobre el turno de palabra y lo recogido al respecto en el reglamento, el verdadero motivo de enfrentamiento fue el de las personas que pasarán a cobrar mensualmente del erario público. Como en todos los asuntos polémicos cada cual lo mira con su propia perspectiva y mientras que el PP alega que se reduce considerablemente el coste para la Administración frente a la legislatura anterior, para el PSOE e IU contar con un sólo liberado en cada grupo, en concreto un administrativo, supone un modo de coartar la libertad de expresión ya que los portavoces no podrán vivir de la política. Y es que en los últimos cuatro años de 41 sueldos, 36 estaban en el equipo de Gobierno y cinco en la oposición mientras que ahora habrá 14 liberados, 12 para el PP y 2 para los grupos del PSOE e IU. Pero más allá de las matemáticas y las interpretaciones varias a las que uno puede llegar ante esta situación, lo cierto es que este tipo de trifulcas dialécticas vienen a sembrar dudas sobre la catadura moral de los políticos . Es cierto que, la valoración que los españoles hacen de ellos no ha sido nunca buena según las series históricas de los sondeos del Centro de Investigaciones Sociológicas, pero la crisis económica ha deteriorado su imagen hasta el punto de convertir a la clase política y a los partidos en el tercer problema más grave para los ciudadanos. Es lícito que nuestros políticos cobren pero no lo es tanto que conviertan en arma arrojadiza un asunto que ya debería haberse asumido con normalidad democrática.