Los victoriosos vencidos

26/03/2012 - 00:00 Antonio Pérez Henares


  Lo de la "amarga victoria" lo dijo Guerra cuando ganó Aznar por los pelos en el 96, pero se hizo verdad ayer en Andalucía. Entonces fue dolido autoconsuelo pero ahora es la expresión más certera de la realidad. Javier Arenas vivió ambas y ha quedado, quizás definitivamente, hundido en esta. La marea azul llegó hasta la playa, pero la ola, mermado su ímpetu, murió en la arena. El vencedor virtual es el derrotado. Y los victoriosos, los vencidos. Lo es Griñán en el sur y lo es Cascos en Asturias. Al primero, por cuya suerte nadie apostaba, le ha acabado por salir su jugada. Separó las autonómicas de las generales y el cálculo fue bueno. De náufrago a punto de ahogarse, de mascaron impostado, ha pasado a ser el bastión y el referente de poder casi único para los suyos.


  El desgaste de las medidas dolorosas del Gobierno, las anunciadas y las presentidas, pesaron más que los cenagales de los ERE's falsos y las juergas cocainomanas. Los que sesgaban las encuestas, el fiasco de los pronósticos ha adquirido proporciones de alucinación colectiva, con su pretendido afán de cambio se quedaron durmiendo en casa con el pretexto del desfase, y la ideología buscó el amparo de Izquierda Unida. Que son más que un sostén y una muleta.


  Doblan votos, escaños y fuerza, convirtiéndose en eje y refugio de la izquierda. Que a la postre, esa vieja y clásica izquierda, es quien ha demostrado su fortaleza, su resistencia empecinada en Andalucía y esos cuatrocientos mil votos muy largos quienes han marcado la diferencia y decidido el poder. Del que ahora serán parte y cuyas formas, misión casi imposible por los hábitos de decenios, deberán cambiar. El espantón de Cascos tenía pinta de acabar en el despeñadero. Pero ha logrado mantener la cuerda. Y a lo que se vuelve en la practica es a estar donde se estaba. Un poco peor para él pero también para el PP cuya frustración es evidente. Si hay presidente de derechas será él y sino serán los populares los culpable de dejar gobernar al PSOE.


  La frustración es la palabra que define la noche electoral del PP. El primer tropiezo y el primer traspiés de Rajoy desde que vencieron en Galicia en el 2009 encadenando una larga serie de victorias crecientes truncadas al inicio de este 2012. Que para el PSOE y Rubalcaba significan oxígeno, aunque presumirlo como cambio de tendencia es una hipótesis demasiado arriesgada. Eso dependerá de si al fin y a la postre el Gobierno logra a medio plazo objetivos y sacar o no al país de sus marasmo y a los parados de su angustia. Lo que ha quedado definitivamente demostrado, y desmontada la leyenda urbana, es que la abstención no es la madre que amamanta a la derecha.


  Para nada. Lo que resulta ser es la última trinchera contra el cambio. La renuencia a acudir a las urnas significa el deseo estático de que las cosas sigan como estaban. Han sido los presuntos votantes de subvertir el orden establecido quienes se han quedado en casa. Y en Andalucía esos han sido los que hace cuatro meses sí votaron al PP y ahora se han quedado en su casa. Hoy es martes. Y el jueves toca huelga. Los resultados del domingo animan a sus convocantes que temían que quedara arrumbada en urna antes de tomar la calle. Esa quizás sea más que cualquier otra cosa lo que hoy en Seúl más preocupe al presidente. Aunque, conociéndole, no le moverá un ápice de su ruta y su objetivo.