Love Parade: que lo paguen
01/10/2010 - 09:45
El comentario
CONSUELO SÁNCHEZ-VICENTE Periodista
Que mala suerte? La muerte de las dos jóvenes españolas víctimas de la avalancha humana que el sábado se cobró la vida de 19 personas en el Love Parade de la ciudad alemana de Duisburgo, era una tragedia anunciada. Creo que es lo primero que hay que decir inmediatamente después de dar el más sentido pésame a sus familiares.
Los alemanes y los españoles tenemos la gran suerte de vivir en el mejor entorno político del mundo, en un estado de Derecho. A la investigación policial y a los tribunales de justicia hay que confiar la depuración y exigencia con el máximo rigor que permita la ley de las responsabilidades penales que procedan, sin saltarse ni una. Pero el video, las imágenes, bastan para afirmar que las hay, oficiales y privadas; seguro. A la sociedad lo que nos toca es extremar la vigilancia para que las promesas de transparencia que están haciendo los políticos, no se olviden cuando el tiempo apague -siempre ocurre- los focos de las televisiones.
Las autoridades políticas, policiales, de protección civil, las que sean, los que ofrecieron y autorizaron celebrar en un lugar que era una monstruosa ratonera un festival que siempre se había celebrado en campo abierto porque se sabía que como poco había reunido en sus últimas ediciones más de un millón de personas, con picos de entre el millón doscientas y el millón seiscientas mil, subiditas de alcohol y otras drogas muchas de ellas: no pueden irse de rositas. Por buena que fuera su intención, lo ocurrido era previsible. Que lo paguen. Los accidentes existen, pero lo del Love no ha sido un accidente sino, como poco, una peligrosísima imprudencia deliberada. El desastre humano que hoy lamentamos se podía haber evitado buscando otro espacio, y si no lo había, no convocando el festival, que es lo que la organización dice que estudia hacer el año que viene... Justo por falta de un espacio adecuado.
Los organizadores: esos cantamañanas que sabiendo mejor que nadie lo que podía ocurrir, prefirieron arriesgarse -arriesgar las vidas de los asistentes, mejor dicho- con tal de no perder el negocio. Si hay justicia, estos, que también lo paguen. Que no les salga gratis tampoco a ellos su irresponsabilidad. Y atención, no nos dejemos engatusar por la anestesia de lo muchísimo que lo sienten y el mecachis que mala suerte por los poderosos bufetes de abogados que sin duda contratarán. Son las víctimas las que merecen la compasión de la sociedad y la protección de la Justicia.
Las autoridades políticas, policiales, de protección civil, las que sean, los que ofrecieron y autorizaron celebrar en un lugar que era una monstruosa ratonera un festival que siempre se había celebrado en campo abierto porque se sabía que como poco había reunido en sus últimas ediciones más de un millón de personas, con picos de entre el millón doscientas y el millón seiscientas mil, subiditas de alcohol y otras drogas muchas de ellas: no pueden irse de rositas. Por buena que fuera su intención, lo ocurrido era previsible. Que lo paguen. Los accidentes existen, pero lo del Love no ha sido un accidente sino, como poco, una peligrosísima imprudencia deliberada. El desastre humano que hoy lamentamos se podía haber evitado buscando otro espacio, y si no lo había, no convocando el festival, que es lo que la organización dice que estudia hacer el año que viene... Justo por falta de un espacio adecuado.
Los organizadores: esos cantamañanas que sabiendo mejor que nadie lo que podía ocurrir, prefirieron arriesgarse -arriesgar las vidas de los asistentes, mejor dicho- con tal de no perder el negocio. Si hay justicia, estos, que también lo paguen. Que no les salga gratis tampoco a ellos su irresponsabilidad. Y atención, no nos dejemos engatusar por la anestesia de lo muchísimo que lo sienten y el mecachis que mala suerte por los poderosos bufetes de abogados que sin duda contratarán. Son las víctimas las que merecen la compasión de la sociedad y la protección de la Justicia.