Luz encendida

01/04/2020 - 18:32 Antonio Yagüe

 ¿Qué decir de la desolación de las diezmadas residencias de ancianos por esta plaga, y de ciudades fantasma donde hasta los pájaros parecen estar extrañados de tanta soledad en las calles y tan abrumador silencio?

Cuenta mi amigo el director teatral Manuel Canseco que en su mundo tienen la tradición, cuando el teatro está vacío, de dejar siempre una luz encendida. Normalmente, la colocan sobre un trípode en el escenario. Esta luz se conoce como luz testigo (Ghost Light). Hay muchas historias sobre su origen, pero su significado -explica- es inconfundible. “Aunque el teatro esté vacío, regresaremos. Sigue aquí para nosotros”, comenta.

La luminaria, como la que arde continuamente en algunas iglesias, espera a los actores, los técnicos, los directores, los maquinistas, los tramoyistas, los diseñadores, los bailarines, los profesores, los estudiantes, los autónomos, los que están de gira, los que están en el extranjero, los electricistas, los costureros, los regidores, los artistas…

Muchos hemos tenido y, desgraciadamente, tendremos grandes bajas a causa de este letal coronavirus. Como en el teatro, el doble impacto emocional y financiero ha reducido a un montón de luces testigo nuestras empresas e industrias con una abrumadora avalancha de “ertes”, “eres” y la destrucción de puestos de trabajo. ¿Qué decir de la desolación de las diezmadas residencias de ancianos por esta plaga, y de ciudades fantasma donde hasta los pájaros parecen estar extrañados de tanta soledad en las calles y tan abrumador silencio?

Lo peor es el miedo. El volcán, el terremoto, la tormenta, la riada, la peste… nos hacen sentir desde siempre a los humanos muy vulnerables. Esa sensación de fragilidad ha crecido con la civilización, cuando nos hemos concentrado en breves espacios de terreno, las murallas nos confinan y nos cobijamos bajo edificios más apretados. El miedo debilita porque te resta confianza en ti mismo y aumenta la necesidad de buscar protección en otro, en el poder. Y si los gobernantes flojean… Hoy tememos más a los virus, los naturales y los artificiales, pero no hay nada que contagie más que el miedo. Lo peor es que genera culpabilidad. ¿Qué ocurriría, por ejemplo, si se desgarra o viene abajo la Red que nos mantiene intercomunicados?

Hay que espantar el miedo. Las luces del teatro son temporales, son sólo una señal. Podemos estar de baja, pero nuestra pasión, nuestra creatividad, nuestro impulso sigue siendo el centro del escenario. Desconectaremos estas luces testigo en poco tiempo. Mientras tanto, hemos dejado una luz encendida para que todo el mundo sepa que regresaremos.