Machotismo

22/04/2018 - 12:45 Javier Sanz

El país tiene una inflamación de machotes, no anónimos, ni de baile de pueblo, ni de ring. Le aparecen machotes por todas las esquinas.

A Unamuno le dolía España. Ahí lo dejaba, en un síntoma. No iba mal, pero no remataba, un dolor puede tener muchos orígenes, aunque parece ser que a don Miguel le dolía desde Finisterre hasta Almería y desde Huelva a Figueras; vamos, un dolor como un cilicio en tirantes. Describía el dolor pero no el origen, claro que un dolor poético es dolor del alma, por ahí debía andar el suyo. España ha tenido otros males históricos, de Quevedo a Blas de Otero, y mal que bien va saliendo con el alta en el bolsillo, que por eso goza del mejor sistema sanitario del mundo.
    Bien corrido el siglo XXI, España tiene algo más específico, está enferma de “machotismo”. El país tiene una inflación de machotes, no anónimos, ni de baile de pueblo, ni de ring. A España le aparecen machotes por todas las esquinas, los últimos en la Audiencia Nacional, procedentes de Alsasua, donde una noche se congregaron para patear en el suelo a los guardias civiles del lugar, porque, además, “no eran de allí”, ya ve usted. Los de Alsasua, además, vienen a Madrid con el cinturón de campeones impuesto por algunos políticos de la comunidad foral, avalistas de un machotismo racial, como de Astérix con los romanos, solo que Uderzo y Goscinny tocaban en otra clave.
    La Audiencia Nacional se ha convertido en el laboratorio que confirma el diagnóstico de sospecha que se observa en las calles. Los Sánchez catalanes, por ejemplo, prototipo del machotismo catalán, ejemplo de cómo proclamar la república desde el chasis de un Land Rover de la Benemérita, meándose en la autoridad. A la inversa, a los Sánchez, aspirantes a la presidencia de un gobierno catalán, les seguían como a Hamelin decenas de machotes en las puertas de los hoteles, escrachándoles hasta que tuvieran que desalojar los pueblos a los que llegaban a poner orden constitucional.
    Es el mal un siglo después. El machotismo abre telediarios pero no a la unamuniana manera, esto es, como evanescente, sino retratado en los resueltos andares de sus integrantes, los machotes, a miles. ¿Qué se me olvida Willy Toledo? No, hombre no. Y mira que me he explicado bien. No hay que confundir al machote con el gilipollas. Aunque también es otro dolor, pero de otra índole.