Malas noticias

22/12/2010 - 00:00 Julia Navarro

 
Verán soy de las defensoras de que Internet sea un espacio de libertad como lo viene siendo. Por eso, defiendo a quienes han hecho posible Wikileaks y me parece intolerable el acoso que está sufriendo su editor, Assangue, y todos los que hacen posible. Pero dicho esto también creo que es una mala noticia que no haya salido adelante la llamada Ley Sinde encaminada a impedir las descargas gratuitas en Internet. Y es una mala noticia porque se está perpetuando la doctrina del "gratis total". Es decir hay quienes creen que tienen derecho a meter en Internet un disco, un libro, una película, un periódico, lo que sea, y compartirlo con el resto de los navegantes, olvidándose de que ese disco, ese libro, esa película son el fruto del trabajo, del esfuerzo y del talento de sus creadores, y que a esos creadores si les piratean su obra no cobran, es decir, se quedan sin derechos de autor amén de ver violada su propiedad intelectual. En España, los políticos tienen miedo a la legión de internautas, y así en la votación del Congreso han decidido que no hay que penalizar a quienes dan cobijo en sus páginas a la piratería. Tampoco quieren penalizar a quienes se descargan ilegalmente contenidos que están sujetos a los derechos de autor. Estoy entre quienes defienden que en Internet las cosas tienen que ser más baratas, es decir que un disco no puedo costar lo mismo en la Red que en una tienda, o un libro, o un periódico, pero que hay que pagarlo. Ahora mismo muchos periodistas se ven obligados a trabajar para la Red gratis total, porque la mayoría de las empresas periodísticas aprovechan el trabajo que hacemos para el "papel" trasladando a la edición en la Red. Pero las empresas periodísticas tienen miedo a poner el cascabel al gato y empezar a cobrar por sus ediciones en Internet. Pero es que un escritor, pongo por caso, que ha pasado dos, tres, cuatro años encerrado escribiendo un libro, de repente ve como se lo roban ante sus propias narices porque apenas ha salido a la venta en las librerías alguien lo cuelga de inmediato en la Red. Por no hablar de la música o de las películas. A mí me sorprende el descaro con el que algunos defienden que en la Red todo debe de ser gratis total, olvidándose que dentro de ese "todo" engloban obras que tienen autor y que, por tanto, no pertenecen a nadie más que a su autor o autores y que estos tienen derecho a elegir dónde, cómo se venden y por cuánto se venden. Angeles Sinde ha intentado poner unos gramos de racionalidad en este asunto pero a lo que se ve, le va a resultar imposible por la demagogia barata que han hecho la mayoría de los grupos de la Cámara. Naturalmente que no se debe de cerrar una página en Internet sin orden judicial, pero eso ya lo contempla el proyecto de Ley de Angeles Sinde. En fin, todo esto me recuerda a esas películas que veía de niña en que los piratas, con Errol Flyn en cabeza, eran gente encantadora, y mucho más divertidos que los capitanes de los barcos que atracaban. Era casi imposible no sentir una simpatía absoluta por los piratas, es más, yo siempre me ponía del lado pirata. Y eso es lo que hacen ahora sus señorías convencidos de que en el candelero de la Red hay muchos votos, y que es mejor ponerse al lado de estos piratas modernos que de quienes hacen un trabajo y sólo aspiran a cobrar por ello, me refiero a músicos, cineastas, periodistas, escritores, etc. Ya digo, me parece una mala noticia que no haya salido adelante una ley, en el fondo tan ligt y garantista como la Ley Sinde, y digo yo ¿qué pensarían sus señorías si alguien les quita la careta por la calle, o entran en su casa a disfrutar de su tele de plasma? Dirían que les están robando, y eso es exactamente lo que hacen quienes piratean las obras de los demás. Incluso en esas películas de piratas que veía de pequeña los propios piratas se enfadaban muchísimo cuando otros piratas les acechaban para robarles su botín. Y es que a nadie le gusta que le roben, ni a los piratas, porque digo yo que quienes piratean alegremente no ponen todo lo que tienen en su casa, ni el sueldo que cobren a fin de mes, a disposición de los demás. . .