Malas noticias
Galenos y otros especialistas que cuidan de nuestra “parte alta”, como dicen en mi pueblo, aconsejan evitar las ‘malas noticias.
Hubo tiempos cuando hasta en chistes se acompañaba una noticia mala de una buena. Se acabó. Los últimos tres años han sido agotadores y monopolizados por las malas: la pandemia Covid-19, con un escenario real que superó a la ficción; la guerra de Ucrania con amenaza de hecatombe nuclear; desastres naturales como el volcán de La Palma, subidas imparables de precios, fascismos nacionalistas crecientes…
Galenos y otros especialistas que cuidan de nuestra “parte alta”, como dicen en mi pueblo, aconsejan evitar las ‘malas noticias’. Empezando por analizar los medios que consumimos para asegurar su fiabilidad y no caer en la llamada ‘infoxicación’ actual. “Pueden afectar a nuestra salud física y mental”, advierte la psicóloga Raquel García Casado.
Se ha demostrado que la exposición continua a acontecimientos y exceso de información negativos, muy utilizado por los medios para captar nuestra atención, aumenta la ansiedad, la depresión, el miedo, la sensación de impotencia, y una visión pesimista del mundo, sin darnos cuenta de que también existen noticias positivas, de avances y mejoras.
Cuando el bombardeo informativo del procés, algunos sanadores de almas y quizá de cuerpos aconsejaban refugiarse en Radio María. Un amigo molinés propone cuando las teles se llenan Sánchez y sus ministros lo que hacía en tiempos del Caudillo y su Formación del Espíritu Nacional: “apagar el aparato”. Cierto que entonces era más sencillo, sólo había un canal.
Sin ser tan radicales, los sanitarios recomiendan como ‘medidas higiénicas’ restringir el tiempo dedicado a las noticias y a ‘mirar’ las redes sociales, aumentar actividades saludables como el ejercicio, el contacto con la naturaleza, el desarrollo de la creatividad y las relaciones afectivas y sociales. En resumen, no estar tan ‘pegados a la tecnología’.
Las malas noticias pueden ser letales en este mostrenco año electoral ¡Ojo!