Marbella y la crisis

04/08/2011 - 00:00 Rosa Villacastín

 
Treinta años viniendo a Marbella, creo que me dan autoridad para hacer una aproximación a este enclave tan maravilloso como manoseado que es la ciudad de Marbella. Un lugar donde puedes encontrarte con apellidos tan rancios y conocidos como Banús o Holenhole, pero sobre todo con un microclima como no hay otro en Europa. El otro día inauguraba restaurante Paolo Ghirelli-L`Imprompta- en San Pedro de Alcántara y allí estaban los mismos personajes que hace años nos encontrábamos en La Meridiana o La Notte de la desaparecida e inolvidable Menchu. Vas -como hago yo todos los días que puedo- a almorzar o cenar a El Ancla y ¿qué te encuentras? Clientes belgas o marroquíes que hace tiempo descubrieron que este era con diferencia el mejor restaurante de toda la costa, no solo por su cocina sino porque antes de sentarte a la mesa puedes darte un chapuzón en la enorme piscina de agua salada que tienen, y donde confluyen gentes de los países más distintos y distantes, que pocas veces fallan a su cita con Marbella. Suele decir Eduardo Mackintosh que ante la crisis hay dos alternativas: mirarse el ombligo o intensificar el esfuerzo. En otras palabras, subir los precios porque viene menos gente o mantener los precios y ofrecer mayor calidad a quienes vienen a descansar.

   Marbella siempre se ha hundido con los del ombligo que se dedican a subir precios. Y siempre ha remontado y remontará con los que mantienen la calidad de los productos y de los servicios y no suben los precios. Sermones aparte, hagamos constar en este agosto de 2011 tan marcado por las primas de riesgo y el miedo en los bolsillos, que este rinconcito de la Costa del Sol sigue estando en plena forma. Y si en Julio fueron los árabes los que salvaron ese mes con sus Ferraris y sus incursiones en las tiendas de lujo de Puerto Banús, Agosto está siendo como siempre, de los turistas españoles, de los madrileños y vascos en particular que desde Guadalmina hasta el hotel Don Carlos abarrotan chiringuitos y restaurantes playeros. Negocios tradicionales como Las Cuchis y su "Playa Fantástica", o sitios de ensueño para los más jóvenes, discotecas que no piso pero que hacen que los únicos ruidos que escucho en esta Marbella de mis amores sean los coches que van dejando jóvenes en sus casas al amanecer con su música cansina... Aquí se ha robado y se han hecho miles de tropelías que están siendo juzgadas trabajosa pero imparablemente.

   Pero también se ha conseguido crear un entorno maravilloso para cientos de miles de europeos que cuando vienen, repiten, a pesar de que las obras se hagan eternas -como el soterramiento de San Pedro de Alcántara- y de que en las playas lucen más piedras que arena con honrosas excepciones. Así en estos días de hedge funds y de apocalipsis financieros, descansar en este oasis de la Costa del Sol, con sus noches frescas y sus azules impecables, no deja de ser un privilegio que debemos mimar y mantener.