María vive de la fe de la palabra
14/08/2012 - 00:00
El mes de octubre de 2008 se celebró en Roma el Sínodo sobre La Palabra de Dios en la vida y en la misión de la Iglesia. Los Padres sinodales llegaron a la conclusión de que el objetivo fundamental del Sínodo debía consistir en avanzar en la renovación de la fe de la Iglesia a partir de la Palabra de Dios. Esto quiere decir que, en ocasiones, todos podemos acostumbrarnos a la lectura y a la escucha de la Palabra, olvidando que es Dios mismo quien nos habla hoy a nosotros por medio de la Palabra revelada.
El año 2010, el Papa Benedicto XVI publicaba la Exhortación Postsinodal Verbum Domini.
En este documento recoge las deliberaciones de los Padres sinodales y, entre otras cosas, presenta a la Santísima Virgen como modelo de fe para la Iglesia y para los cristianos. María en cada momento de su vida responde a las invitaciones de Dios y se muestra como la mujer totalmente disponible al cumplimiento de su voluntad.
Dios, contando con su libertad, le propone por medio del ángel un proyecto de vida y María responde con un SÍ incondicional desde la profunda convicción de que Dios es fiel y cumple sus promesas. Por eso resulta imposible pensar en el acontecimiento de la encarnación del Verbo de Dios en las entrañas de María sin tener en cuenta su respuesta fiel y generosa al anuncio del ángel. Con su asentimiento libre acepta la entrada en el mundo del que vive con el Padre desde toda la eternidad.
Podíamos decir que para María la Palabra guardada y meditada se convierte en forma de vida. Esta familiaridad de la Santísima Virgen con la Palabra divina se hace especialmente patente en el canto del Magnificat. En dicho cántico María se identifica con la Palabra divina y alaba a Dios con sus mismas palabras, porque antes ha sido fiel oyente de la Palabra. Como consecuencia de esta identificación con la Palabra sus pensamientos y su querer están en plena sintonía con la voluntad de Dios. Al estar totalmente penetrada por la Palabra puede convertirse en Madre de la Palabra encarnada.
Con ello, señala el Papa, se pone de relieve que la Palabra de Dios es su propia casa, de la cual sale y entra con toda naturalidad (VD. 28).
Frecuentemente, en nuestras reuniones y encuentros para planificar o revisar la actividad pastoral, suelen salir a relucir las dificultades y los problemas que encontramos para llevar a cabo la evangelización. En ocasiones esas dificultades pueden sembrar en nosotros el desánimo y la tristeza. Si nos paramos a contemplar a María, descubriremos que para vivir la fe y para ser testigos de la misma en el mundo, antes debemos dejarnos transformar interiormente por la acción de Dios en nosotros. Solo entonces será eficaz nuestra acción apostólica y pastoral.
Contemplando la fidelidad de María a la Palabra, deberíamos revisar nuestra actitud creyente ante la misma. Ciertamente, en cuanto a la carne, solo existe una Madre de Cristo, pero, en cuanto al espíritu, los cristianos tenemos la grave responsabilidad de engendrar por la fe a Cristo en nuestro corazón, para dejarnos iluminar por su luz y para poder mostrarlo como el Salvador del mundo. Si de verdad creemos en las promesas divinas, debemos vivir y actuar con la convicción de que todo lo que le sucedió ayer a María, hoy puede sucedernos a nosotros, si nos abrimos a la Palabra de Dios con una actitud creyente.