Mariano ¿estudias o trabajas?
15/05/2012 - 11:53
No hay frase más tonta para iniciar una relación. La segunda iniciativa conminada al fracaso es preguntar por la edad. Pero de Mariano Rajoy, ahora mismo, sería una cuestión capital saber si estudia, si trabaja y en qué consume la jornada. Sus escasísimas apariciones parlamentarias consisten en la exaltación de la obviedad. Para muestra, su comparecencia en el Congreso de los Diputados en el momento en que la prima de riesgo se desbocaba por encima de los quinientos puntos.
Sus microdeclaraciones a la prensa de la que le ha librado un colaborador, avisándole que tenía una llamada importante- también son antológicas.
Alababan, al principio, los silencios de Leopoldo Calvo Sotelo, hasta que al poco tiempo de su efímera presidencia del Gobierno se descubrió que el drama consistía en que no tenía nada que decir. El silencio solo puede ser virtud cuando la palabra es peor. Y existe la sospecha de que es eso lo que lo ocurre al presidente del Gobierno que está dilapidando su capital político a mayor velocidad de la historia de la democracia.
Europa se mueve y Mariano Rajoy está sentado.
El SPD alemán ha negociado las condiciones que le impondrá a Ángela Merkel para apoyar el pacto fiscal en las cámaras alemanes. Es un documento consensuado con los socialistas franceses y el presidente de la República. En España no hay comentarios al respecto. Incluso desconocemos si en los últimos días Mariano Rajoy ha hablado con la canciller alemana y con el presidente francés para interesarse por una posible modificación de las directrices europeas. Son, en confesiones de Luis de Guindos, lo único que nos puede salvar una vez que el ministro de Economía ha declarado que ya hemos hecho todo lo que podíamos hacer.
Que sepamos, y lo sabríamos, Mariano Rajoy no habla con nadie. Es decir, desconocemos ahora mismo si el presidente estudia o trabaja.
Parecería razonable que hablara con Alfredo Pérez Rubalcaba. Pero el presidente prefiere la displicencia. Pero es que ni siquiera le informa al deteriorado líder de la oposición de nada de nada. Y parecería exigible que una vez traspasado el teórico límite de la intervención que es, o era, los quinientos puntos de la prima de reisgo, compartiera su información con Rubalcaba. Eso es lo que él exigía en la oposición.
Nos hemos acostumbrado a que Mariano Rajoy incumpla todos y cada uno de sus compromisos electorales.
El mantra de la herencia recibida ya no resiste nuevas vueltas de tuerca, porque jamás, ni en los peores momentos de Zapatero, habíamos llegado a este nivel de deterioro total.
Parecería razonable que Mariano Rajoy ya hubiera recibido en La Moncloa al presidente recién elegido de Andalucía. La comunidad autónoma más extensa y poblada de España, para intentar congeniar alguna sintonía con la política del estado y la de Andalucía.
Tal vez debiera haberse reunido ya con el Lehendakari, Patxi López, para interesarse por la agenda electoral vasca, una vez que el Partido Popular del que parece que todavía Mariano Rajoy es presidente- le ha retirado el apoyo parlamentario. Las encuestas anuncian un universo nacionalista con incremento notable de votos de la izquierda abertzale. ¡Menudo momento para tensiones independentistas en Euskadi¡
Mientras en Cataluña se estira la cuestión identitaria y la fiscal siempre van unidas- no se conocen contactos del presidente de Gobierno con el president de la Generalitat.
No sabemos como sigue el presidente la dramática crisis Griega, ni su opinión sobre lo que para España significaría una eventual salida de ese país del Euro.
Son tantas las incógnitas que tenemos sobre el pensamiento de Rajoy que apenas sabemos de sus aficiones básicas: los puros, cubanos, por supuesto, y el deporte desde el televisor.
Por decirlo en términos amables, España, no me refiero al ámbito autonómico, se está yendo por las cañerías mientras los ciudadanos se empiezan a preguntar si hay alguien en La Moncloa. Y muchos tenemos ganas de preguntarle, aunque solo sea para iniciar de la peor manera, aún que sea, una conversación con el espectro del presidente del Gobierno.