Más miedo que vergüenza

07/03/2011 - 00:00 Antonio Pérez Henares

 
En el manual de mitin que sin excepción todos los políticos siguen al pie de la letra figura la máxima de proclamar que los rivales no tienen propuestas y que su único argumento es el insulto. Justo antes o después de haberle c... media docena de veces. De hecho ese calificativo, en su más variadas formas y expresiones, constituye el total elegido para la conexión con las televisiones y el titular consagrado luego en letra impresa. De hecho y en pura y contratada verdad, cada fin de semana y así estaremos hasta mayo, la competencia estará en quien la hecha más gorda. Uno de estos penosos campeones-falto además de una mínima gracia o un rasgo de inteligencia en el vituperio, que incluso en el insulto supone cierto alivio intelectual, es Pepiño Blanco. Sus aportaciones últimas han sido que Rajoy es un cobarde que no ama a España sino que odia a Zapatero. Hombre, a ZP, odiarlo, odiarlo, no sé, pero si estar hasta la coronilla de él no es algo raro sino compartido con más del 80 por ciento de la población y reiterado a cada encuesta. Más o menos el mismo que con el propio autor de la proclama que veía como en El País caía estrepitosamente a un -20 en su valoración.
   Su autobombo de hombre de Estado sólo la sostuvieron algunos periodistas brevemente subyugados por el engolamiento y untuosidad con que les agasajó cuando lo hicieron ministro y pregonaba fingiendo humildades que era el mejor de la historia, don Indalencio Prieto incluido. Lo de presentar al decaído líder como el protomartir por España, por mucho empeño que le pongan tiene aún más corto recorrido en quien la cuestionaba como Nación y le propinó la puñalada del Estatut. El único consuelo, como cuando hacíamos la mili, es que para que lleguen las urnas, aunque luego y sin solución nos metamos en otra, ya queda menos de campaña. Créanme que cuento los días, prestó tan sólo la atención obligada por mi profesión a sus declamaciones y anhelo que hablen las gentes con su voto a ver si de una vez se callan ellos. Aunque no callarán. Pero entonces al menos ya habrá hablado quien lleva mucho tiempo deseando hacerlo. Está deseando que les toque y algunos, por el contrario, quisieran alejar tal día todo lo que fuera posible. Y digo yo ¿por qué será?. La respuesta no puede ser más simple: porque tienen al voto popular más miedo que vergüenza.