Mas no es Ibarretxe

29/12/2010 - 00:00 Antonio Casado

 
Artur Mas, el flamante presidente de la Generalitat, el sucesor de Pujol al frente de un proyecto nacionalista de cara amable acaba de presentar en sociedad su Gobierno para los próximos cuatro años en esta Cataluña del siglo XXI. "El Gobierno de los mejores", dice él. Lógico que lo diga, aunque habría que añadir: los mejores entre los posibles, dentro de unas coordenadas estrictamente políticas. Por un lado, las que se derivan del marco político-jurídico en el que se ha de desenvolver: "Cataluña, como nacionalidad, ejerce su autogobierno constituida en Comunidad Autónoma de acuerdo con la Constitución". Por otro, las que inspiran el ideario nacionalista y que se resumen en esa especie de independentismo sin prisas utilizado como resorte de los objetivos políticos de CiU (Convergencia i Unió). En el aquí y ahora de CiU, los principales objetivos políticos de su líder y nuevo presidente de la Generalitat, Artur Mas, se resumen en dos, perfectamente conectados. Uno, luchar contra la crisis económica y acabar con ella, si es posible, en sintonía con el Gobierno de la Nación. Y dos, convertirse en árbitro de la política española, que es el sueño histórico del nacionalismo catalán en su versión más constructiva. Esas dos grandes luces de posición en la hoja de ruta de Artur Mas y el nuevo gobierno catalán desautorizan, a mi juicio, las conjeturas sobre la operación soberanista que estaría preparando el sucesor de Pujol para caminar hacia la independencia de Cataluña. Esas especulaciones son las que se empeñan en hacer comparaciones odiosas con el ex lehendakari, Juan José Ibarretxe. Y su famoso plan, aquel que se estrelló en el Congreso de los Diputados y acabó alfombrando el camino del socialista Patxi López hacia el Palacio de Ajuria Enea. Nada que ver con el caso de Artur Mas, un político sediento de centralidad y deshabitado de sectarismo. De momento, ha contado con el PSC (socialistas catalanes), cuya abstención concertada sirvió para ser investido president en segunda votación. La base del acuerdo ha sido un genérico pacto de centralidad. Al nuevo presidente de la Generalitat le obliga básicamente a no dar pasos determinantes en la configuración de la futura Cataluña sin contar con la segunda fuerza política, la de los socialistas de José Montilla que, a partir de ahora, estarán pilotados en el Parlament por Joaquim Nadal. En resumen, que Artur Mas se dispone a ocupar el centro de la política catalana con la mirada puesta en las elecciones generales de 2012. Ahí se juega su vocación de árbitro en la política española. Es lo que pretende. Por eso reza para que "no permita Dios una mayoría absoluta del PP". Ni del PSOE, aunque él no lo mencionó porque la hipótesis de una nueva victoria electoral del PSOE ya ni se plantea, y menos por mayoría absoluta.