Más pasado que presente

28/06/2011 - 00:00 Julia Navarro

 
Los días de plenos extraordinarios el Congreso parece el metro en hora punta. Los pasillos están repletos, en la sala de prensa no cabe un alma, sus señorías van de un lado a otro, y los miembros del Gobierno adoptan una actitud solemne. No diré que este último pleno sobre el debate de la Nación sea especial, salvo porque nadie espera nada del debate y porque es el último de una legislatura fallida. Quizá lo más interesante sea contemplar el paisaje humano. Y es que en los últimos meses Zapatero compone una triste figura y parece perdido en sus entradas y salidas del Congreso. Salvo por los periodistas que suelen rodearle buscando una última declaración, del laod del presidente han huido quienes le hacían la pelota descaradamente, o quienes se le acercaban para pedir algo, o simplemente para hacerse presentes. Esto en lo que se refiere a los componentes de su grupo parlamentario, porque los portavoces de la oposición ya han empezado a marcar distancias.

   La política es así, hay un día en que un político victorioso en las urnas pasea su poder sonriente y recibe halagos y pleitesía por doquier e incluso sus adversarios reconocen ese poder. Al cabo del tiempo, ese político tiene un pie fuera del poder y entonces los aduladores comienzan a mirar hacia otro lado. Quizá por eso, porque la soledad de Rodríguez Zapatero es tan patente, porque esa soledad es la comidilla fuera y dentro del Parlamento, la dirección del Grupo Parlamentario Socialista preparó una ovación cerrada para cuando el presidente subió a la tribuna. Un aplauso que ha intentado acallar las voces que apuntan lo evidente que esa soledad patente del presidente. Zapatero está a punto de convertirse en pasado y como nadie tiene poder sobre el pasado todas las miradas se funden hacia el presente.

   Y en el presente del PSOE está Rubalcaba de manera que ahora lo habitual es ver como sus señorías socialistas suelen encaminar sus pasos hacia el vicepresidente. Por lo menos en los próximos meses, quién sabe si años, será Alfredo Pérez Rubalcaba quien tenga el santo y seña del PSOE. Por tanto, por él pasa el futuro de muchos de sus compañeros. Rubalcaba procura mostrarse discreto sin eclipsar al presidente, pero es un empeño inútil. Zapatero se va y él ya está, de manera que lo hay que solventar sobre el futuro se tiene que hablar con él. Lo mismo sucede con Mariano Rajoy, al que ya le ven como presidente no solo los suyos, sino como apuntaba antes, los mismísimos portavoces del resto de los grupos parlamentarios. Pero vuelvo a Zapatero, al rostro hasta hace poco juvenil, ahora cincelado con ojeras y arrugas, con gesto contrito, con la mirada apagada, con una sonrisa que más parece una mueca. Ya digo que parece que en el seno del Grupo Socialista parece haberse instalado la consigna de arropar al presidente y regalarle fuertes aplausos, pero el esfuerzo resulta artificioso porque los aplausos no son capaces de borrar lo evidente como es la soledad del presidente.
 
    
 
 

 

  

  

 

 

  

  

  

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