Matar al padre (o a la madre)

01/10/2010 - 09:45 Hemeroteca

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El comentario
Francisco Muro de Iscar / Periodista
Hace años tuve la ocasión de entrevistar a David Álvarez, creador del Grupo Eulen, comprador y “reflotador” de Vega Sicilia e impulsor de otros muchos proyectos. Me decía entonces que cuando empezó, “tenía lo mismo que ahora: las manos limpias”. Partió de cero. Montó una modesta academia en Bilbao. De allí, con un enorme sacrificio y mucha inteligencia natural, surgió el imperio económico que hoy disfrutan los siete hijos que, entonces, tampoco tenía. Varios de ellos le han quitado la presidencia de Vega Sicilia, que anda tratando de recuperar, demanda judicial por medio.
En Eulen, David Álvarez ha tenido que convocar una junta general extraordinaria para hacer valer su mayoría en el capital, disolver el Consejo de Administración en el que había dado a sus hijos la mayoría de los sillones y recuperar el poder que éstos le habían quitado.

En aquella entrevista, Álvarez me decía que “es difícil trabajar con los hijos... si tratas de comprenderles. Son de otra generación. Confío en ellos porque si yo no les he dado ejemplo... Me llevo muy bien con ellos. Son educados y grandes trabajadores. Algunos son muy inteligentes y otros, sólo inteligentes, pero el trabajo disimula mucho las posibles carencias”. No sé si los que se han rebelado contra el padre son los inteligentes o los trabajadores, pero de momento, David Álvarez no se retira. Nunca pensó en hacerlo y tal vez por eso los hijos, queridos hijos, han intentado jubilarle. O no conocen a su padre o le conocen demasiado.

Hace años un editor de periódicos gallego dejó el periódico insignia de su barco en manos de su hijo. A pesar de sus muchos años, tuvo que volver al puente de mando antes de que el barco se hundiera. En Palencia hay ahora otra guerra similar a la de Eulen. Los hijos de la dueña de Galletas Gullón, María Teresa Rodríguez, que tomó el mando hace 26 años cuando murió su marido y que también tiene mayoría en el capital, pero minoría en el consejo, han dado un golpe de estado cruento y le han quitado el poder. A ella y a su mano derecha, el anterior consejero delegado. De momento, un tribunal les ha condenado a indemnizar a este último con casi nueve millones de euros. Excelente comienzo para la nueva gestión.

Aunque las hay ejemplares, la sucesión en la empresa familiar es siempre difícil -entre la dictadura del creador y las ambiciones de los herederos, de las nueras, los yernos, sobrinos y demás- y pocas sobreviven a la tercera generación. Cuando alguno alardeaba ante mi abuelo, un sabio labrador castellano, de lo bien que se llevaba su familia, él les preguntaba: “¿Habéis repartido?”. Si era que no, les pedía cautela. Tampoco pienso yo, como decía aquél, que “los mejores hijos, unos cabrones”, pero matar al padre, o a la madre, empresarialmente hablando, cargarse al creador del negocio del que han vivido todos, además de freudiano, es juego sucio. ¿Repartir? Cuanto más tarde, mejor. Por si acaso.