Mayores, no idiotas

05/02/2022 - 15:38 Antonio Yagüe

Un médico jubilado, Carlos San Juan, 78 años, ha dejado a las entidades bancarias con las vergüenzas al aire.

Los viejos nunca han sido rentables, ni económica ni socialmente. Quedó claro en el inmenso obituario de la Covid con fallecimientos diarios por miles. Pero todavía disponen de alguna capacidad de voto, y cuando llegan elecciones los gobernantes los tratan con un respeto  entre reverente y cínico. La banca suele sumarse cuando alguna sentencia condena su trato entre cruel y discriminatorio.

Un médico jubilado, Carlos San Juan, 78 años, ha dejado a estas entidades con las vergüenzas al aire. Sencillamente porque no pueden disponer de sus pensiones, ganadas a pulso con el bíblico sudor de su frente, deben aprender a usar teléfonos inteligentes y atinar con las teclas para no meterse en un laberinto. Incluso al reclamar lo suyo les dicen que se atengan al horario (¡de 9 a 11 horas!), madruguen, hagan colas como en la postguerra o se vayan al cajero, que es un modo tecnológico del, como diría Labordeta, “váyanse a la mierda!”

El maltrato, hay que llamarle por su nombre, va más allá. De los servicios socio-sanitarios mejor no hablar en una comarca como Molina de Aragón con la oficina de la SS cerrada desde 2020, traslados  al hospital de Albacete (430 kilómetros) o a Guadalajara (300 ida y vuelta) para diálisis o cualquier prueba diagnóstica.

En publicidad, por ejemplo, siempre aparecen como los “pobrecitos”, las “víctimas”, los “graciosos”, como que meten la pata, idiotas… Si rebasas los 70 hay serios problemas con los seguros de viajes, alquileres de coches y otras prácticas habituales donde las limitaciones carecen de sentido.

“Los viejos no tenemos más que mocos”, oí lamentarse a un antepasado anciano de la tribu, el pueblo o la patria chica. Hoy los cursis les llaman tercera edad, pensionistas ‘yayos’ o abuelos; los políticamente correctos, mayores, y los modernos les denominan sin pudor viejunos.

La sociedad no debería ignorar que son y han sido lo mejor de nuestra historia, la columna vertebral en la que se articuló nuestra sociedad, el llamado estado de bienestar y la democracia. “En la madurez no nos deben preocupar las arrugas del rostro, sino las del cerebro”.  Ramón y Cajal seguramente incluía a los poderes constituidos.