Me sumo a la fiesta del Novruz

15/03/2011 - 00:00 Víctor Córcoba Herrera

Millones de personas de todo el mundo loan el Novruz, día del equinoccio de primavera, como principio del año nuevo. Desde luego, celebrar la vida y el sueño de vivir, siempre es un acto que nos estremece y enternece, nos da más vida si cabe. Hasta las piedras con ser piedras reblandecen. Una existencia sin celebraciones sería monótona y aburrida, como un largo camino sin árboles y sin posadas. En Asia Central, los Balcanes, el Cáucaso, la cuenca del Mar Negro, el Oriente Medio y otras regiones del mundo mundial, vienen rememorando esta fraternal fiesta desde hace muchos años. Sin duda, el cosmos material se presenta a la inteligencia humana para gozarlo y compartirlo, para vivirlo y convivirlo unos con otros, sin exclusiones.

  Toda persona debe reconocerse criatura de ese cosmos para poder respetar la creación. Injertar ese espíritu de primavera siempre es saludable para tomar sentido pleno de lo que nos rodea, para adquirir conciencia de que despreciar la naturaleza es como despreciarse a sí mismo. Formamos parte de ese hábitat, somos hijos de esa primavera, almas que buscan y rebuscan con entusiasmo la belleza, el florecimiento del amor; que es, al fin y al cabo, el que domina todas las cosas. Yo también me sumo a la fiesta del Novruz, nada es más fuerte que el verdadero amor. El Novruz incorpora la afirmación de la vida en armonía con la naturaleza, la conciencia inquebrantable entre el trabajo constructivo y los ciclos naturales de renovación y la actitud atenta y respetuosa hacia las fuentes naturales de la vida. En la naturaleza conviven todos los estilos humanos, todo lo que es contrario a ella es horrible. Por desgracia, no siempre hemos tenido en cuenta la relación inseparable y de doble sentido entre la salvaguardia del medio ambiente y el desarrollo. Nos deberían guiar los principios de responsabilidad común, puesto que todos estamos obligados a que decrezca la destrucción ambiental. Son muchos los hechos que evidencian la irresponsabilidad del ser humano en el manejo de las fuentes de energía y de los recursos naturales. Son también muchas las razones que prueban maneras de vivir, de consumo desmedido, que conllevan consecuencias tremendas. Por ello es necesario tomar razón cuanto antes de lo que acontece, poner orden y recuperar la relación armónica de la creación con el ser humano, encauzando una renovada primavera cósmica, capaz de recobrar una sana convivencia con la naturaleza. No se puede perder más tiempo. Vivimos en una época peligrosa.

  El ser humano quiere dominarlo todo, sin haber aprendido a dominarse antes a sí mismo. Por consiguiente, es hora de promover esa conversión ecológica globalizada y esas conversaciones humanas, donde hable más el corazón que la mente. La ONU reconoce el 21 de marzo como Día Internacional del Novruz. Acoge con beneplácito la labor que realizan los Estados miembros que celebran esta festividad universal y universalizadora, enraizada en una tradición que promueve valores de buena vecindad y de armonía. La conciliación, el acercamiento de unos y de otros, genera concordia y, es axiomático, que donde hay simpatía siempre cohabita la humanidad. En todo caso, estos rituales del día del Novruz, que van desde restaurar y repintar las moradas o agasajar a los amigos con banquetes, están inspirados en un espíritu de fraternización que a todos nos viene bien cultivarlo. El corazón habla al corazón, que se dice. Sin duda, hace falta seguir activando los tres grandes principios de la democracia: libertad, igualdad y fraternidad.

   Esta última, la fraternización del mundo, es una dimensión relativamente olvidada, cuando ese vínculo solidario-comunitario es vital para afianzar un planeta libre e igualitario. Va a ser muy difícil esa cohesión social si la humanidad no logra conseguir ese sentido de solidaridad y de pertenencia, si las personas no confían en las instituciones democráticas. En consecuencia, cualquier motivo que sirva para unirnos bienvenido sea, como esta fiesta del Novruz, que alberga por sí misma la amistad entre los pueblos y las distintas comunidades. Apostar por la fiesta del Novruz es apostar por una cultura de vida, de paz en definitiva, enhebrado al nuevo día de la luz. El mundo necesita de estas luces gozosas para subsistir en medio de las adversidades. Ama un sólo día, el día del Novruz, y notaremos el cambio. Por algo se empieza. El día peor empleado es aquel en que no se ha vivido en compañía.

   En ocasiones, parece que hemos olvidado que nuestra única meta es conjugar el amor, vivir en un amor que todo lo convida y lo alivia como la irradiación del sol tras el aguacero. Renacer, pues, con el Novruz, me recuerda asimismo, a aquellos literatos, poetas y pintores lorquianos, de la ciudad de la Alhambra, que guiados por el gran señor de la poesía, Juan de Loxa, salían a la estación del tren a recibir a primavera para ofrecerle sus más níveas metáforas y la luz más pura que se puede verter en una sonrisa. “Ha llegado primavera”, preguntaban a todos los viandantes, y la verdad, que siempre alcanzaba el andén de los sueños, pero aún nadie sabe cómo llegaba y por qué llegaba. Indudablemente, podrán cortar todas las flores, -como dijo Neruda-, pero no podrán detener la primavera. Y evidentemente, un corazón en paz renace de todas las cenizas y ve una fiesta, la del Novruz, la de primavera, o la de la mismísima vida, por todos los caminos que pasa y hasta por todos los caminos que sueña. Ensalzado sea el Novruz con todos sus honores y enaltecida la aurora sonriente de una primavera palpitante. El brindis queda latente... para que el lector lo renazca. .


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