Mea culpa Cristina
01/10/2010 - 09:45
Por:
El comentario
ESTHER ESTEBAN / Periodista
El caso de Cristina, la joven de 13 años asesinada presuntamente por una amiga -tan solo un año mayor que ella- además de consternarnos a todos ha vuelto a reabrir la polémica sobre la necesidad de reformar o no la ley del menor, para endurecerla en casos de extrema gravedad. He de reconocer que yo tengo un criterio contradictorio al respecto, porque soy de las convencidas que los niños, por graves que sean sus hechos, tienen la posibilidad de reinsertarse y ser útiles a la sociedad como adultos del futuro. La autora confesa de tan brutal asesinato, que ya esta en un centro de internamiento, tendrá finalmente un castigo máximo de cinco años de reclusión y si el crimen lo hubiera cometido hace un año ni siquiera habría sido acusada y quedaría de exenta de responsabilidad alguna.
Este es precisamente uno de los argumentos que utilizan los convencidos de la reforma para reivindicarla, mandando a la vez un mensaje claro de que quien la hace la debe pagar, y tal vez no les falte razón.
Sin embargo sucesos tan terribles como estos merecen una reflexión muchísimo más amplia, que tiene que ver y mucho con la educación en todos sus ámbitos, el modelo de sociedad que estamos creando y donde deben comenzar las líneas rojas, que cada vez se traspasan con mayor facilidad. Es verdad que los padres y los educadores tenemos un papel fundamental a la hora de educar en valores y principios a nuestros hijos, que no deberíamos hacer la vista gorda frente a ninguna actitud de falta de respeto o que transgreda los ámbitos de convivencia, pero tampoco es menos cierto que los peligros que acechan son muchos y controlarlos todos es casi misión imposible. Hemos sabido, por ejemplo, que la agresora de Cristina tenía guardadas en su perfil de Internet imágenes crueles y sanguinarias, incluso guardaba una muñeca con las venas cortadas, una representación similar y macabra a la que ha llevado a cabo con su victima. También ha trascendido que la victima y la agresora ya habían protagonizado varias peleas y habían tenido que ser separadas por adultos en una de sus riñas. ¿Es que nadie ni los educadores, ni los padres, ni nadie en un pueblo tan pequeño se había enterado de la situación? Y si lo hicieron ¿No deberían haber puesto freno ante los primeros indicios de tan desmesurada agresividad?.
Sea como fuere, esta claro que en este tipo de temas todos tenemos que entonar el mea culpa porque algo estamos haciendo mal, muy mal cuando en vez de primar los valores del compañerismo, la solidaridad, la amistad o la excelencia potenciamos justo los contrarios. Algo estamos haciendo muy mal, también desde los medios de comunicación, cuando se incumplen sistemáticamente las leyes que impiden programación no apta para menores o cuando los productos que ofrecemos, incluso para los niños más pequeños tienen una carga de violencia insoportable. El tema no esta solo en cambiar las leyes sino en cambiar la sociedad en la que vivimos.
Sin embargo sucesos tan terribles como estos merecen una reflexión muchísimo más amplia, que tiene que ver y mucho con la educación en todos sus ámbitos, el modelo de sociedad que estamos creando y donde deben comenzar las líneas rojas, que cada vez se traspasan con mayor facilidad. Es verdad que los padres y los educadores tenemos un papel fundamental a la hora de educar en valores y principios a nuestros hijos, que no deberíamos hacer la vista gorda frente a ninguna actitud de falta de respeto o que transgreda los ámbitos de convivencia, pero tampoco es menos cierto que los peligros que acechan son muchos y controlarlos todos es casi misión imposible. Hemos sabido, por ejemplo, que la agresora de Cristina tenía guardadas en su perfil de Internet imágenes crueles y sanguinarias, incluso guardaba una muñeca con las venas cortadas, una representación similar y macabra a la que ha llevado a cabo con su victima. También ha trascendido que la victima y la agresora ya habían protagonizado varias peleas y habían tenido que ser separadas por adultos en una de sus riñas. ¿Es que nadie ni los educadores, ni los padres, ni nadie en un pueblo tan pequeño se había enterado de la situación? Y si lo hicieron ¿No deberían haber puesto freno ante los primeros indicios de tan desmesurada agresividad?.
Sea como fuere, esta claro que en este tipo de temas todos tenemos que entonar el mea culpa porque algo estamos haciendo mal, muy mal cuando en vez de primar los valores del compañerismo, la solidaridad, la amistad o la excelencia potenciamos justo los contrarios. Algo estamos haciendo muy mal, también desde los medios de comunicación, cuando se incumplen sistemáticamente las leyes que impiden programación no apta para menores o cuando los productos que ofrecemos, incluso para los niños más pequeños tienen una carga de violencia insoportable. El tema no esta solo en cambiar las leyes sino en cambiar la sociedad en la que vivimos.