Meditación para el Día de difuntos
29/10/2015 - 23:00
Es probable que alguna vez hayamos tenido que viajar en avión un día de muy mal tiempo. Sí, uno de esos días con negros nubarrones, descargando abundante y persistente agua. Uno de esos días invernales en que el viento y la lluvia no conceden tregua. Uno de esos días que no sabemos si lo mejor no sería cancelar nuestro vuelo, dadas las pésimas condiciones meteorológicas. En fin, uno de esos días que sería preferible no salir de casa.
Si a pesar de todas esas malas condiciones autorizan el vuelo y el avión despega, comprobamos durante algún tiempo, que siempre nos parecerá una eternidad, que vamos subiendo entre oscuras nubes. Y mientras el avión asciende y asciende contemplamos fugaces gotas de agua que rápidamente resbalan sobre la parte exterior de nuestra ventanilla. Por lo demás, oscuridad, tinieblas, negras nubes
A esto se reduce todo nuestro contacto visual con el mundo exterior. La experiencia resulta sobrecogedora. Quienes lo vivieron lo saben muy bien.
Nuestro avión sigue ascendiendo y ascendiendo en la más absoluta oscuridad exterior hasta que en un momento dado empieza a surgir la claridad. De repente una potentísima luz lo inunda todo. El Sol acaba de aparecer radiante y luminoso. Ya nada lo oculta. ¡Ya no hay negras nubes, ni lluvia, ni tinieblas, ni oscuridad!
¡Todo se quedó bajo nuestros pies! A través de la ventanilla, mirando hacia abajo, contemplamos un espeso y ancho mar de nubes blancas que parecen hechas de algodón. Nuestro avión vuela ahora en posición horizontal, sereno y seguro de sí mismo, como si pretendiese alcanzar el Sol. Ya no hay impedimentos ni dificultades en su camino. La fase de ascenso quedó felizmente superada, pese a los inconvenientes meteorológicos.
Como bien sabemos, a primeros del mes de noviembre se conmemora el Día de Difuntos. Es una fecha dedicada al recuerdo de aquellos familiares y amigos que se fueron para siempre
Quienes hemos nacido en noviembre sabemos desde niños que entre el Día de Difuntos y el de nuestro Cumpleaños sólo median unos días o quizá unas horas. De este modo hemos aprendido que entre la vida y la muerte apenas median distancias. Algunos celebramos el aniversario de nuestro nacimiento recién llegados del cementerio, después de rezar unas oraciones, derramar unas lágrimas y poner unas flores en la tumba de nuestro ser querido
Sin embargo, debemos celebrar con alegría nuestro Cumpleaños, porque la vida sigue.
Noviembre es un mes que nos invita a meditar sobre esa inevitable realidad que es la muerte. Una realidad cierta, pero también incierta. Cierta, porque sabemos que con toda seguridad un día llegará. Incierta, porque no sabemos ni dónde, ni cómo, ni cuándo llegará. Afortunadamente, esto último nos permite vivir con alegría, con ilusiones y con proyectos de futuro
Sí, es cierto que noviembre nos recuerda y acerca a nuestros difuntos, pero también es cierto que nos recuerda y acerca a la triste realidad de la muerte.
Siempre tuve para mí que el momento de la muerte d ebe ser muy parecido a ese otro momento en que el avión comienza a despegar entre negros nubarrones y espesa niebla. Al principio todo está oscuro, nebuloso, sombrío
Pero al cabo de unos instantes surge la luz, la radiante y potente luz de la vida eterna. Es el momento solemne y luminoso del encuentro con Dios. Es el instante en que el alma limpia y pura lo contempla cara a cara. Nada hay que se pueda igualar a este momento, nada que nos lo permita imaginar.
El momento de la muerte es el mejor momento para soltar amarras, para liberarse de todo lo que mantenía atada nuestra alma y le impedía volar, sentirse libre
Es tiempo de perdonar y de olvidar las ofensas recibidas. También es tiempo de arrepentirse por el mal que voluntaria o involuntariamente hayamos podido causar a los demás
Es tiempo de paz, de sosiego espiritual.
El momento de la muerte es el momento de liberarse de todo lo material, de todo lo que nos tenía encadenados. Es el momento en que el alma (como si de un avión se tratara) podrá despegar y ascender libre de ataduras hacia la luz eterna
Es un buen momento para recordar y tener presentes aquellas divinas palabras: Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque muera, vivirá (Juan 11, 25)..