Mejor no responder

27/10/2011 - 00:00 Isaías Lafuente

 
Seguramente no existen soluciones perfectas para la tormenta perfecta en la que se ha convertido una crisis económica que nos llegó sin manual de instrucciones. Y quizás por eso, las conclusiones de la cumbre europea sólo pueden recibirse con cierto recelo. Eran tantas las expectativas que seguramente ninguna conclusión habría satisfecho plenamente, pero el retraso en la adopción de soluciones hizo que esperásemos algo más novedoso. Hubo acuerdo, y eso es importante en un club en el que las discrepancias y las dudas comienzan a formar parte de su ADN. Pero las materias sobre las que se logró el consenso parecen medicinas en las que los beneficios terapéuticos y sus contraindicaciones parecen neutralizarse.

  La elevación de la cantidad con la que está dotado el fondo de rescate se duplica hasta el billón de euros. Es un mensaje contundente que la Unión lanza a los mercados para proteger la moneda común, pero también nos habla de los temores sobre la evolución de los acontecimientos y el posible contagio griego a economías más potentes como la italiana. La quita de la mitad de la deuda griega supone un balón de oxígeno para una economía al borde de la asfixia y para sus ciudadanos. Pero sus consecuencias se dejarán sentir en los balances de las entidades financieras y en las arcas de los estados más expuestos en ese país; y ya se pueden imaginar quién acabará abonando esta factura.

  Quizás por eso la UE ha decidido exigir la recapitalización de los grandes bancos europeos para aumentar su capital de primera calidad, y es aquí donde surge una de las dudas que más directamente nos afectan. ¿Por qué la banca española, con una exposición infinitamente inferior a la deuda griega que la de países como Francia y Alemania tiene una exigencia de recapitalización que triplica o quintuplica las establecidas a las entidades de aquéllos países? Es algo que la Unión debería explicar con más pormenor.

  Quizás los mercados acojan con satisfacción las decisiones adoptadas. Pero los ciudadanos seguimos teniendo serias dudas sobre si esto es una nueva tirita para la hemorragia griega y sobre las consecuencias que las medidas tendrán sobre la economía real. ¿Podrá el billonario fondo de rescate afrontar la caída de uno de los grandes? ¿Harán fluir el crédito entidades que se ven forzadas a acaparar capital para dar credibilidad a sus balances? ¿La quita de la deuda griega oxigenará a una economía ahogada precisamente por las exigencias impuestas para que la quita se produjera? Si no quieren estropearse el día, no intenten responder a las preguntas.