Mirando la Alcarria

25/03/2011 - 00:00 Ana Aya

Las personas que dan vida a un territorio, al igual que las que constituyen una familia, un pueblo o una nación, necesitan compartir cosas, emociones e ilusiones para avanzar. De eso va este escrito. Algunas expresiones podrían resultar inadecuadas, incluso arriesgadas y suscitar la polémica, lo que no estaría nada mal pues supondría una toma de postura, ya de por sí positiva. La Alcarria es un territorio atípico, extraño de entender, duro, a veces casi inhóspito. No tenemos los profundos y fértiles suelos de La Campiña, ni contamos con grandes masas forestales características de las zonas de Sierra que ahora tanto comienzan a valorarse. El origen de nuestra comarca son unas parameras de roca calcáreas que los ríos han ido excavando poco a poco abriendo pequeños valles. El clima es difícil, las temperaturas no dan tregua y la lluvia es escasa. En las zonas más profundas tenemos huertos y campos de cultivo, una pizca más alto los pueblos al resguardo, y en el resto las ovejas y las abejas.

    Esto es lo que hay, ni más ni menos, ni mejor ni peor, y esto es lo que somos. Este es nuestro territorio, nuestro entorno, pero ¿cómo nos encontramos nosotros?. Pues un tanto apáticos y desorientados, sin referencias para analizar la realidad y tener claro a donde dirigirnos, es decir algo deprimidos, pues los territorios se deprimen igual que las personas, y para salir de la depresión se necesita coraje. Las soluciones no pueden venir de fuera. No podemos estar eternamente esperando a que nos hagan una autovía, a que dejen de llevarse “nuestro” agua, o a que industrias salidas de no se sabe donde se instalen por aquí. Tenemos que mirar a nuestros adentros, conocernos, entender qué podemos ofrecer, y centrarnos en aquello en lo que destacamos. ¿Pero es que destacamos en algo?. Pues sí, en mucho, en mucho. Es cierto que aquí las plantas no crecen de forma exuberante, y sus hojas y flores no son jugosas ni brillantes, pero a cambio nos sorprenden con sus gustos y aromas. Aquí se cría un cordero inmejorable. Aquí se produce una miel conocida en el mundo entero. Y aquí se elabora un aceite de oliva de un picante muy peculiar.

    Necesitamos pues cambiar los ojos que miran a este territorio, y vernos bien nosotros primero, y una vez hecho esto deberíamos mirar qué hacen en otros sitios y aprovechar nuestro posible retraso para hacerlo mejor pero, como decíamos antes, con coraje. Media Europa, por quedarnos cerca, suspira por conseguir productos sanos con los que alimentarse, y así el 25 % de la superficie agrícola europea ha sido transformada en agricultura ecológica y, la PAC que viene apunta hacia esa línea, pero nosotros no somos capaces de ver que muchas de las producciones de La Alcarria están muy próximas a lo ecológico, precisamente por esa dureza a la que estamos sometidos y adaptados. Medio Madrid, y medio Corredor del Henares, busca espacios donde escapar del agobio de la masificación. Quiere pasear, conocer, disfrutar un día con los niños, o simplemente comer a precios asequibles, y no vemos que La Alcarria podría ser un destino habitual ideal.

   Hay que animar a los que tienen nuevas ideas, dar la bienvenida a los que eligen vivir aquí, apoyar a los hijos que quieran quedarse y, sobre todo, hay que organizarse, y organizarse implica ponerse de acuerdo, compartir una visión común, colaborar, asociarse, formar cooperativas. No vale decir que no nos gustan las cooperativas pues ahora mismo, en el 2011, hay muy pocos agricultores, ganaderos, o empresarios turísticos que pueden sobrevivir haciendo cosas solos. Dicho de otra manera, si en un territorio los agricultores, ganaderos, o empresarios turísticos se organizaran, el territorio tendría cabida para más agricultores, ganaderos o empresarios. No nos engañemos, nadie se asocia por gusto, a todos nos molesta que nos condicionen, que alguien, incluso de nuestra familia, nos diga lo que tenemos que hacer.

    Pero es que solos, sobreviven muy pocos. Llegados a este punto, lo suyo es terminar con algunas conclusiones, pero las conclusiones han de sacarlas aquellos alcarreños que estén dispuestos a cambiar las lamentaciones sobre el estado del sector agrícola, o la falta de fábricas, por buscar soluciones creativas con los mimbres que tenemos. Subamos con la imaginación a un cerro, o a lo que llamamos una alcarria, y desde allí miremos en nuestro entorno. Veremos un territorio esencialmente agrario que no podremos transformar en algo que no es, pero podremos ver más rebaños de ovejas con sus pastores, más colmenas, los olivares arreglados, más huertos, cultivos nuevos que seguro que los hay, autobuses que van y vienen, senderistas que nos recorren los fines de semana… Si valoramos la esencia de lo que somos el resto vendrá por añadidura: la pequeña industria transformadora, un sector turístico más fuertemente ligado al territorio, más colegios, más tiendas, más vida..