Misión arciprestal

23/01/2014 - 23:00 José Serrano Belinchón

Comprobar por nuestras calles el fervor de grupos de vecinos, verdaderas procesiones a veces en honor de la Patrona de la ciudad con motivo de la visita a sus barrios, me ha recordado aquellos años de la niñez, cuando llegaban los misioneros y durante unos días cambiaba la vida del pueblo. Los tiempos son otros, es verdad, pero la reacción de la gente resulta imprevisible cuando se remueve entre las cenizas y aparece el rescoldo de la fe heredada, la fe del carbonero, tal vez, pero que destila auténticas llamaradas de fervor cuando surge algo importante que lo motive; y así, tanto en el campo como en la ciudad, sólo el nombre, y aún más la imagen del santo Patrón, es capaz de mover a las masas impulsadas por la más noble de las ideologías, la ideología del corazón.
Hace veinticinco años que la ciudad de Guadalajara vivió la experiencia de sacar de su santuario la imagen patronal de la Virgen de la Antigua. Es mucho el tiempo transcurrido como para recordar con detalles aquella vivencia, pero que debió de ser altamente positiva para que esa inmensa mayoría de los católicos de la ciudad se pusieran en marcha en torno a la Virgen Viajera que cada equis tiempo se digna visitar en sus respectivos barrios a los fieles sobre los que ejerce su patronazgo, y como invitada muy especial convive entre ellos durante unos días como una vecina más.
Llevando un orden lógico, impuesto por la proximidad entre unas y otras parroquias, la venerada imagen salió de su santuario el sábado, 30 de noviembre, hacia la iglesia de Santiago, y concluirá su periplo el 25 de mayo en la concatedral de Santa María, después de diecisiete escalas de siete días cada una, en otras tanta parroquias como peregrina. Guadalajara ha crecido de manera considerable durante los últimos cincuenta años, habiendo visto multiplicado por tres, o tal vez más, su número de habitantes en ese medio siglo; de modo que lo que antes -como lo fueron las Semanas de Misión- quedaba cercano a todos, hoy no cabe llevarlo a término de la misma forma debido al crecimiento demográfico de la ciudad, aconsejando que estos acontecimientos de carácter íntimo se puedan vivir en sectores de población más restringidos, en barrios, que a la vez sirven como lazos de unión y de convivencia con todas las ventajas que ello supone.
La visita itinerante de la sagrada imagen de la Patrona está completando durante la presente semana su estancia con la feligresía de San Pascual Bailón, la iglesia de las Casas del Rey, con un índice de participación en los diversos actos muy fuera de lo que es habitual; mañana sábado será recibida en la parroquia de San Juan de Ávila, barriada del Balconcillo, con una densa programación de actividades de todo tipo: piadosas, culturales y de formación, como jamás se han vivido en la corta historia de la parroquia y del barrio. En fin, días distintos a lo ordinario, momentos de esplendor y de fervor religioso en torno a la Madre Común, que durante unos meses cambiarán el ritmo del monótono latir en el corazón de la ciudad, recordando que en la vida hay algo más que la prima de riesgo, que el descenso de categoría impuesto al Depor, que la inseguridad ciudadana y que las peleas dialécticas entre los políticos.