Molina de Aragón, punto de encuentro de España
Más que un eslogan, aunque también.
Como siempre hay que ser honestos, no se ya si (como la mujer del César) también parecerlo, de entrada la verdad por delante. Lo de “Punto de encuentro de España” (algo más que el Meeting Point de los aeropuertos) digamos que, en un alarde de imaginación, se le ocurrió a este escribidor inicialmente para Embid. Presumo que algo desesperado debía uno estar, mucha pradera (España) para tan tierno, minúsculo y algo desnortado corderillo, bien que, castillo reconstruido aparte, esta pequeña villa fronteriza del Señorío de Molina, castellana por tanto, sea limítrofe con Aragón; por donde, por demás, discurría el Camino Real (de rueda) que inaugurase Felipe II en 1585. Aunque quizá le quepa algún perdón, siquiera por aquello de que la necesidad agu(di)za el ingenio. Y el ser o no ser, de vez en cuando se presenta cual espada de Damocles, cual era entonces el caso.
Concretemos. Presidía el susodicho, osease un servidor, por entonces, hará unos diecisiete años, la Asociación Cultural Castillo de Embid -seguimos en la brecha-, y ante la desbandada que se produjo a raíz de algún artículo en defensa de El Rosel como ermita, es decir bien público (algo, a la postre, por fortuna, hoy ya no cuestionado), hubo que pensar en alternativas. De entrada para rebajar la deuda que dicha asociación mantenía tras una acelerada actividad inicial, que rondaba al menos los seis mil euros: búsqueda de financiación para sus futuras actividades, y reorientación de ésta más incluso hacia lo cultural, y hasta a lo virtual, a la postre traducido, por ejemplo, entre otra decena de aportaciones varias, en siete polípticos (44.000 ejemplares) de la colección ‘Puerta de Castilla, Puerta de Aragón’.
Eslogan este segundo, también alumbrado por entonces, de entrada con sentido quizá más obvio, y que, por demás, culminaría su trayectoria como logo de la marca de vino ‘Castillo de Embid’ (hoy difundido hasta por China), gracias al buen hacer y la colaboración de algún bodeguero de Cariñena amigo, preocupado por la cultura, por el camino real, y también socio. Eslogan ya tan generalizado que ni se discute, antes bien avalado poco después por dos nuevos descubrimientos de restos originales, bien conservados a uno y otro lado de ‘la raya’.
En la parte castellana, un buen trozo de dicho camino real, olvidado hasta hoy, con sus grandes piedras muy bien puestas en la margen derecha de la pendiente, en la subida al Montecillo, una vez franqueado el río Piedra. Y en la aragonesa, término de Torralba de los Frailes, el lugar exacto donde los Reyes, al entrar en el reino hermano, juraban sus fueros; a pocos metros del ‘corralillo’ del que nos habla el cosmógrafo portugués Lavanha, en su visita a Aragón en 1610, para levantar el mapa topográfico encomendado. Aquí, con infinidad de huellas dejadas en las losas calizas por las ruedas de hierro de los coches, carros y carruajes que durante dos siglos y medio por allí discurrieron, y que bien merecen una visita.
Y si se quiere una prueba suplementaria más del interés de la zona, entre histórica y geográfica, el lugar donde en 1449, a poco de la ermita de Santo Domingo de Silos, se firmó la Concordia Daroca-Molina, bien documentada tiempo atrás por Fortunato Martínez aquí en Nueva Alcarria (7/14-08-2020), la cual, tras el Compromiso de Caspe (1412), prefigura a pequeña escala la unión -el encuentro definitivo de reinos- con los Reyes Católicos, en 1492, con la conquista de Granada; a la espera ya solo del reencuentro con Navarra en 1513.
El primer eslogan, sin embargo, “punto de encuentro de España”, con la venia del director de este periódico, me permito trasvasarlo hic et nunc a Molina de Aragón, cabeza del Señorío, a la espera y con la esperanza de que desde su Ayuntamiento, la Diputación y la propia Junta de Castilla-La Mancha acaben considerándolo, como también el tejido social, asociativo y cultural, incluso cualquier potencial lector. Como diría aquél -perdónese la inmodestia, marketing obliga-, la idea es tan buena que no sé cómo se me ha ocurrido a mí. O dicho en refrán de la fabla molinesa: ¿Quién alaba las ollas? …El ollero.
Quizá eslogan demasiado aparatoso para Embid, estimamos que a Molina le viene como anillo al dedo. Y máxime en 2025, cuando la inauguración del Parador, la iluminación del castillo, el nuevo centro de recepción del Geoparque y la celebración de algunos eventos/encuentros relevantes, más otros por venir ya programados o a programar, han contribuido a sembrar alguna esperanza de futuro en estas olvidadas parameras. Por lo que, erre que erre, nos permitimos hacerlo público, aun a pesar de que en los dos ofrecimientos anteriores, hace unos ocho y cuatro años, respectivamente, tanto al penúltimo alcalde de Molina (del PP), como al actual (del PSOE), tuviésemos menos éxito que un vendedor de mantas en el Sahara en pleno agosto.
Si como lo define al RAE, ‘eslogan’ en una “fórmula breve y original, utilizada para publicidad, propaganda política, etc.”, lo de “Molina de Aragón, punto de encuentro de España”, presumimos que cumple inmejorablemente los requisitos. A lo que nos permitimos añadir como adenda: que el logo diríase que está bien fundado, que resulta objetivo y que no lleva a engaño. Estamos en contra del ‘todo vale’, cada vez más utilizado cuando se pretende embaucar al personal.
Razones geográficas lo avalan: a caballo entre la Meseta y el río Ebro, sus aguas vertiendo al Atlántico y al Mediterráneo. Razones históricas en especial: una parte de sus tierras más al este recuperadas inicialmente por el aragonés Alfonso I El Batallador, aunque al poco, como todo el territorio, en la órbita castellana, bien que Señorío diferenciado, cual Vizcaya. Por no hablar del nombre, Molina ‘de Aragón’, que tantas veces todos habremos tenido que aclarar, recuerdo de unos pocos años en el siglo XIV en que los molineses, muy castellanos, optaron coyunturalmente por Aragón para no convertirse en regalo a condestable francés. Por demás, corazón de la Celtiberia y quintaesencia de España, pues siempre los molineses han puesto a España por encima de todo. ¿Qué otro territorio español podría competir con mejores razones por semejante título?
Añadamos que Molina dispone en su propio núcleo urbano de un lugar más que idóneo: el cerro de Santa Lucía, amplio y plano, con las mejores vistas de la ciudad y entorno. Apto, por tanto, para potenciales encuentros, pequeños reagrupamientos, y hasta concentraciones; también para la reflexión y el recuerdo de la historia, y al que de modo fácil se puede acceder -requisito este también indispensable- bien a pie, bien con algún arreglo en bicicleta, moto o cualquier otro medio de locomoción; sin que la ermita o la columna de la Inmaculada indispongan lo más mínimo, antes al contrario, aunque bien podría premiárseles con algún lavado de cara.
Y rematado el proyecto de adecuación del lugar en cuestión con algún monumento o símbolo alusivo a su significado en la parte central (podría convocarse el pertinente concurso al respecto). Desde luego, lugar bastante más adecuado que la propia Torre de Aragón, sin duda con más horizontes, pero que, sin regatearle su significado y valor, resulta muy alejada y menos accesible; conditio esta sine qua non.
Aparte connotaciones sin duda más trascendentes, sería también el mejor reclamo para el turismo; y el más barato. ¡Quod erat demostrandum!