Molinos o gorrinos

19/05/2018 - 16:41 Antonio Yagüe

La pelota eólica amenaza a la monumental Sigüenza y al espectacular Río Dulce.

La España deshabitada y silenciosa lleva camino de no serlo tanto. Y no por atinadas políticas de los mandamases de Madrid que manejan 100 millones de euros de nuestro bolsillo,  en busca del escaso voto rural, con estrategias de salón, excursiones, mesas redondas o cuadradas con mantel y tenedor. Las autoridades secundarias han decidido atajar la despoblación y, de paso, hacer caja con dos ‘industrias’ que desprecian los ignorantes de las capitales: molinos y gorrinos.
    Los de Madrid, sin un solo aerogenerador, no tienen ni idea de cómo adornan el paisaje y atraen al turismo estos gigantes, ni de su nocturna compañía con bufidos, rugidos y poéticas luminarias intermitentes. También se pierden el exquisito aroma y el insuperable abono para sus aguas y tierras de los purines de miles de cerdos de la  moderna porcicultura tecnificada en macrogranjas.
    La comarca y parte de la provincia están siendo noticia ante la invasión porcina que se avecina en Castellar de la Muela. Un pueblo situado a pocos kilómetros de Molina de Aragón y del roquero Castillo de Zafra, emblema del Geoparque tras despertar a la fama como escenario de Juego de Tronos. Puede que la Sierra de Caldereros todavía se salve de empadronar a 4.000 cerdos, como lo hizo in extremis con un parque eólico. Luzón marca el camino. Como en un esperpento valleinclanesco, 2.000 marranos harán de pestilente coro y compañía a los tradicionales y afamados Diablos, y arroparán fiestas y citas veraniegas. Se tramitan instalaciones porcinas similares, con apenas un puesto de trabajo, en Tordelpalo y Poveda.
    Hombrados, Setiles, Tartanedo, Milmarcos, Maranchón… Parece que ya hay suficientes molinos en la zona. Como los que dan un toque de modernidad al millonario en años y extraordinario monumento natural Estratotipo de Fuentelsaz. Las ‘molinetas’ han enriquecido de tal manera a algunos municipios que sus escasos moradores pueden bañarse en piscinas acondicionadas durante los días más gélidos. Se rumorea que van a contratar escoltas que les protejan de posibles atracadores hasta en desplazamientos menores e íntimos.
    La pelota eólica amenaza a la monumental Sigüenza y al espectacular Río Dulce. Sus vecinos  pueden obtener una equívoca renta. Pero los nuevos gigantes mermarán el interés turístico y la ciudad del Doncel difícilmente será declarada Patrimonio de la Humanidad, como temen sus impulsores. Una pena.