Mondéjar

06/07/2024 - 13:39 Jesús de Andrés

Hay quien atribuye su espíritu empresarial, el carácter negociante e industrioso de sus gentes, a la herencia dejada por los moriscos que aquí se refugiaron hasta su expulsión por Felipe III. 

Basta con atravesar la localidad por la CM 2029, que cruza en diagonal de noroeste a sudeste, para advertir el espíritu emprendedor de sus gentes: una sucesión de comercios y empresas sin fin, muchas más de las que podrían esperarse para un pueblo que apenas llega a los tres mil habitantes. Talleres, cerrajerías, supermercados, restaurantes, empresas y comercios de todo tipo, almazaras y bodegas, autoescuela, concesionarios y un amplio etcétera. Da la sensación de que no hay mondejano que no tenga su propio negocio, de ser una comunidad independiente que no necesita salir de los límites de su municipio para disponer de todo. 

Hay quien atribuye este espíritu empresarial, el carácter negociante e industrioso de sus gentes, a la herencia dejada por los moriscos que aquí se refugiaron hasta su expulsión por Felipe III. Poco importa, el caso es que lo tienen y aprovechan. Al igual que los fenicios, que gracias a su desenvoltura comercial y sus saberes marineros crearon desde su asentamiento en el levante mediterráneo una inmensa red de colonias y rutas comerciales, los mondejanos poseen un espíritu fenicio que ya quisieran otros territorios. Al fin y al cabo, Mondéjar, ubicado entre la Alcarria Baja, entre las vegas de los ríos Tajo y Tajuña, tiene un paisaje mediterráneo de vides y olivos al que solo falta el mar. En tiempos de despoblación, mientras otros estaban a por uvas, a Mondéjar no cesó de llegar gente.

Si hay un sector por el que Mondéjar ha sido conocido desde que hay memoria ese es el vinícola: su amplia viña, su cooperativa y sus bodegas particulares han dado durante décadas visibilidad al principal producto de aquella tierra: la uva. Una cosecha de entre 8 y 10 millones de kilos capaz de producir vinos tintos y blancos de primera calidad. Famosas han sido sus exportaciones a zonas como La Rioja, donde casi es mejor no saber qué hacían con él ni a qué precio se vendía, porque ese ha sido tradicionalmente el gran problema: saber venderse mejor. Los vinos de Mondéjar tienen que luchar contra su propia imagen, aquella que los asociaba al vino peleón necesitado de gaseosa. Nada tiene que ver el presente con aquello, pero no es fácil librarse del sambenito. Para comprobarlo no hay más que acercarse. Buenos vinos, una inmejorable relación calidad-precio y unas enormes perspectivas de futuro. A mediados del XIX, decía el Diccionario de Madoz que Mondéjar está situado “en la ladera de un cerro, con buena ventilación y clima sano”. “En la ladera de un monte…”, que decía Serrat. Qué mejor lugar para producir buenos vinos y disfrutar de ellos. Vayan y vean. Dense una oportunidad.