Mubarak se llena las manos de sangre

03/02/2011 - 00:00 Carlos Carnicero

 
El dictador egipcio ha decidido matar antes de rendirse. Y han salido a la calle millares de matones, policías de paisano, fingiendo ser una parte de la población enfrentada con la otra. Un viejo recurso de los regímenes dictatoriales que tienen que disfrazar de adhesiones lo que sólo son encargos sangrientos. Egipto es uno de los países más importantes del mundo árabe. En estos días son continuos los análisis de lo que puede significar la inestabilidad en este país, sobre todo en relación con Israel y los equilibrios con el radicalismo islamista. Todo eso está muy bien. Pero Occidente tiene que decidir entre su tranquilidad y la libertad en el mundo árabe, donde los sátrapas suelen ser grandes aliados de Estados Unidos y de Europa. El silencio que ha mantenido la Unión Europea evidencia la decadencia del modelo nacido del acuerdo de Lisboa. La falta de liderazgo es total, salvo en la succión de la soberanía económica que están aplicando Alemania y Francia a los países menos poderosos económicamente. Es mucho más fácil dictarle deberes a José Luis Rodríguez Zapatero que a Hosni Mubarak. El ejército egipcio no se anima a jugar el papel que jugaron las fuerzas armadas portuguesas en la revolución de los claveles. De su permisividad ante las concentraciones y ante los toques de queda han pasado a su pasividad ante los ataques de los policías de paisano contra los manifestantes civiles. La sociedad egipcia está escribiendo una página de heroísmo en defensa de las libertades. Y la comunidad internacional, en tal caso que ese ente difuso exista, debiera decirle alto y claro a Hosni Mubarak que la nómina de sátrapas que huyen de sus países cargados de maletas de oro está saturada y que él no tendrá refugio y será juzgado por un tribunal internacional. No podemos consentir que los dictadores y sus crímenes sigan segando la vida de quienes luchan sin más armas que su palabra y su cuerpo contra la indignidad.