Muerte privada
01/10/2010 - 09:45
APUNTES
Craig Ewert, un profesor universitario aquejado de una enfermedad neuronal degenerativa, decidió poner fin a su vida a través de una organización suiza especializada en suicidios asistidos y que este paso irreversible fuera grabado en un documental destinado a emitirse por televisión.
La conjunción de ambos hechos provoca un sentimiento contradictorio, dado que existen pocos momentos más íntimos, más privados, para el ser humano que el de la propia muerte; una muerte que, en este caso, fue además escogida atendiendo a las legítimas razones de aquel que rechazaba proseguir con una existencia que le encadenaba a una tumba viviente, según se condolió él mismo. La esposa de Ewert ha justificado el rodaje en la necesidad de incentivar el debate sobre la eutanasia contribuyendo a afrontar los temores en torno a la muerte. Resulta paradójico, sin embargo, que la reivindicación del derecho a morir dignamente crea encontrar argumentos más sólidos en la difusión pública de un instante tan personal y definitivo, que merecería según el criterio de sus protagonistas el mismo respeto y la misma discreción de cualquier otro desenlace vital.