Murcia y la vara de medir
17/01/2011 - 00:00
Es obvio y hay que dejarlo meridianamente claro que los únicos culpables de la brutal agresión del consejero de Cultura de Murcia son los autores de la misma y que todos los que participaron en ella , deben ser detenidos, puestos a disposición de la justicia y que todo el peso de la ley caiga, implacable, sobre ellos. Encontrar vericuetos para contestar a este argumento inapelable no solo seria faltar a la verdad sino una irresponsabilidad mayúsculas. No se puede culpar de delitos individuales a todo el colectivo del que forma parte un agresor, ni criminalizar a todo su entorno. Dicho esto es conveniente buscar el origen y el transfondo de las actitudes violentas y la apestosa pelea partidista no nos puede desviar un ápice de la condena rotunda de hechos de este tipo.
La cosa podía pensarse que es sólo una venganza personal o que se trata de una cuestión, meramente privada, sino hubiera estado precedida de una serie de hechos preocupantes que han caldeado el ambiente y que se iniciaron en diciembre con una manifestación contra el gobierno murciano, que terminó con agresiones a un senador del PP y al secretario del consejo de Presidencia. A raíz de eso se produjeron varias actos continuados de intimidación, acoso, insultos aderezados con mensajes calumniosos y ofensivos, amparados en el anonimato de la red, contra el presidente, sus consejeros y familiares. Actos todos ellos minimizados por el delegado del Gobierno, Rafael González Tovar, que en vez de comportarse como tal y , hacer honor a su cargo y condición y salir al amparo de los amenazados se ha mostrado como un hombre de partido, más preocupado por hacer méritos ante sus jefes, a quien debe el puesto, que por cumplir con su obligación de ofrecer protección y velar por la seguridad de los murcianos.
Es obvio que los ciudadanos están en su derecho de manifestarse en contra del gobierno sea local, autonómico o central si piensan que sus derechos están siendo vulnerados pero, en este caso, la vara de medir ha sido tan diferente -para hechos similares- que se encuentran muchas zonas oscuras. Los mismos ciudadanos y las mismas organizaciones políticas y sindicales que han levantado su voz y se han movilizado para protestar, airadamente, contra las medidas de austeridad del presidente de Murcia Ramón Luis Valcárcel (PP)permanecieron silentes cuando el presidente del Gobierno José Luis Rodríguez Zapatero (PSOE) anunció sus medidas de ajuste, que pasaban por congelar las pensiones y bajar el sueldo a los funcionarios. En ese momento no vimos en ninguna manifestación a la candidata del PSOE a las elecciones, ni tampoco pareció desaprobar lo que el líder de su partido estaba haciendo como sí hicieron destacados barones socialistas que se juegan mucho más que ella. Su silencio cómplice de entonces se tornó en critica vociferante días después ¡ que paradoja!.
La doble vara de medir es algo muy común en la política española, como lo es aplicar a la cita bíblica de ver la paja en el ojo ajeno sin apreciar la viga en el propio. Y esto no solo ocurre en política sino también en los medios de comunicación, cuya misión debería ser ejercer el contrapoder independientemente de las siglas que lo sustenta. Estos días hemos visto en algunos periódicos próximos al gobierno- que hace bien poco señalaban al Tea Party como responsable del atentado de la Congresista de Arizona- ¡ gran error ¡ sostener ahora todo lo contrario, incluso afirmar que la reacción indignada del presidente de Murcia es la que está haciendo que se exacerben los ánimos, para sacar réditos electorales de este asunto. ¡ Como si le hiciera falta al presidente autonómico mas votado de España ¡.
En definitiva que lo grave no es la agresión sino el color político del agredido y la simpatía o antipatía que su opción ideológica despierte. Esta claro que la acción de los políticos y de los partidos que los sustentan ha de ser no solo ejemplar sino ejemplarizante, y tendrían que ser ellos mismos los primeros en arrinconar actitudes que promuevan la crispación y el enfrentamiento , porque estas son el caldo de cultivo perfecto para que den rienda suelta a sus instintos los ultra, violentos y fanáticos de izquierda o de derecha. En política no todo vale y hay límites que no se deben ni traspasar ni tolerar, porque las situaciones de confrontación extrema y de denigración gratuita del adversario suelen tener un efecto boomerang para quienes las practican y al final nos perjudican a todos.