Mynamar: más allá de los titulares

09/02/2013 - 00:00 Fernando Almansa

 
 
Mynamar, la antigua Birmania en tiempos de la colonia británica, es un país fascinante que se está abriendo rápidamente al mundo, tras los acuerdos alcanzados para la transición democrática después de décadas de régimen militar, (desde 1962 hasta 2011). La liberación en noviembre de 2010, de la mundialmente conocida opositora y premio Nobel de la Paz Aung San Suu Kyi marcó un nuevo rumbo en la evolución política del país. La comunidad internacional está encandilada por quien sin duda es una heroína nacional, y cuyos méritos, entre otros, están el haber mantenido la llama encendida de la libertad en Myanmar y mantener a este país en la agenda mundial durante las dos últimas décadas. Pero esté encandilamiento, puede costarle muy caro al pueblo de Myanmar si la comunidad internacional no es capaz de ver más allá de estos logros, y no apoya a los pueblos de Myanmar en los muchos retos que confronta. La liberación de Aung San Suu Kyi quien preside la Liga Nacional para la Democracia, ha dejado tras el entusiasmo inicial, una ristra de decepciones y desilusiones en amplios sectores de la sociedad de Myanmar.
 
   Una de las críticas fundamentales es su falta de asunción de la agenda de los diferentes grupos étnicos y nacionalidades que conviven bajo el territorio estatal de Myanmar. La antigua Birmania, hoy Myanmar, es un conglomerado complejo de diferentes grupos étnicos con culturas propias, que fueron aglutinados por diseño británico en un único Estado, Birmania, como la denominaron los británicos. De hecho los Bamar (Birmanos) es el grupo étnico mayoritario, al que pertence Aung San Suu Kyi, pero existen varios otros como los Shan, Kachin, Chin, Rakhin, Mon, Kayin, etc.. Muchos de estos grupos han mantenido relaciones tensas con el gobierno central del régimen militar que controló el país durante cincuenta años. Y lamentablemente algunos conflictos han tomado formas de violencia armada en el último año y medio, como es el caso del estado de Kachin, que lejos de haber visto atendidas sus históricas reivindicaciones de mayor autonomía, se siente ignorado mientras la comunidad internacional focaliza sus entusiasmo en la liberación de Aung San Suu Kyi, y negocia a marchas forzadas inversiones extranjeras en un país que tiene mucho que ofrecer, y muy en particular en sus riquezas minerales.
 
  El pueblo Kachin atrapado en un conflicto armado entre las fuerzas gubernamentales de Myanmar y el KIA (ejército de los rebeldes Kachin), huye a lugares donde puedan encontrar refugio y cierta seguridad, dejando atrás sus casas tierras, animales, y lamentablemente en algunos caso a sus familiares. Se calcula que actualmente hay más de 70.000 desplazados internos en el estado de Kachin, que precisan de ayuda humanitaria. Las ONG locales y las iglesias cristianas y templos budistas acogen a varios de estos desplazados y gracias a algunos apoyos de ONGs internacionales consiguen hacer llegar una parte de la ayuda necesaria. Pero es necesario que la paz llegue pronto y que la comunidad internacional ayude a ello, apoyando la resolución del conflicto y no solo celebrando liberaciones pasadas mientras las delegaciones comerciales visitan el país. Myanmar es más que Aung San Suu Kyi y más que sus maravillas turísticas.