Nadal o la excelencia

01/10/2010 - 09:45 Hemeroteca

Por: Redacción
El comentario
TEODORO ALONSO
Desde hace algún tiempo sigo con interés los partidos y la trayectoria de este jugador, aunque ni he sido forofo del tenis, sólo practicado ocasionalmente, ni forofo en especial de ningún deporte. Lo que me atrae del juego y la figura de Nadal es su modelo de conducta deportiva y humana, de virtudes deportivas y morales en el sentido originario de esta palabra. Virtud moral, tal como la entendían en la Grecia y Roma clásica, era una disposición adquirida a través de una actuación repetida hasta crear un habito en grado excelente en la mejor realización de lo propiamente humano.
Es algo construido, como se construye una casa, así se construye el carácter propio moral. No es un regalo de los dioses sino del propio esfuerzo. El carácter moral de cada uno es su manera de ser, su propia casa interior, construida y no heredada.
En el caso de Nadal, tal como lo vemos actuar en la pista y expresarse fuera de ella, sus virtudes podrían resumirse en constancia, tesón, resistencia ante la adversidad, confianza en sí mimo, fuera de toda petulancia, respeto por el adversario, conciencia de sus límites, saber aprovechar las oportunidades, reflexión y preparación ateniéndose a un plan meditado, sin ceder al desánimo jamas y con la esperanza del triunfo que la fortuna reserva, no a los audaces, sino a los mejores en virtud y excelencia conquistada, nunca regalada. Estas disposiciones no se consiguen en un día, son más bien el fruto maduro de una manera correcta de actuar constante y una conquista de la propia voluntad. También importa tener ejemplos y maestros de virtud, como creo lo es en el caso de Rafa Nadal, Toni, su tío y entrenador, cuya influencia en lo deportivo y en su manera de ser me parece decisiva.
La concesión del premio Príncipe de Asturias ha venido a confirmar estas apreciaciones ya que se le concede por sus valores deportivos y humanos.
Después de una año de éxitos deportivos extraordinarios, como los torneos de Rolland Garros, Wimbeldon y la medalla de oro en los Juegos Olímpicos de Pekin, con un cansancio acumulada tras un año intenso en exceso, ha venido a ocurrir la derrota de Nadal ante Murray en Nueva York. Aquí también han brillado las virtudes morales de Nadal: resistencia y tesón hasta el último segundo, lejos de la tentación de abandono, sobreponiéndose al agotamiento y el vacío de fuerzas. El saludo final entre un Murray victorioso pero cálido y afectuoso y un Nadal agotado y doliente es una hermosa estampa del deporte como espejo de virtudes trasladables a todas las esferas de la competencia humana. Un espejo deportivo en el que mirarnos para ejemplo de otras actividades en las que necesitamos también de la excelencia: la educación, la ciencia, la tecnología o las buenas maneras. Podemos.