Nadie a la cárcel
"Los ricos nunca tienen bastante. Y cuánto más ricos, más roñosos", decía mi abuela.
Por qué la gente que todo lo tiene desea tener más? Es la pregunta que miles de cristianos y contribuyentes de base se hacen de un tiempo a esta parte mientras ven pasar delincuentes, presuntos claro, que incluso se han llevado por delante nuestros ahorros y quebrado bancos y otras entidades. Con una avaricia que no solo ha roto el saco sino el saqueo. “Los ricos nunca tienen bastante. Y cuanto más ricos, más roñosos”, decía mi abuela.
El FBI y grandes organizaciones policiales tienen computado que apenas un 20% de los alijos de droga y de los malhechores financieros acaban ante la justicia. Además, solo trascienden aquellos que ya eran célebres por sus fechorías dinerarias, como Mario Conde. Los más normalitos no salen en los papeles, aunque estén empapelados. Quizá ya estemos en la situación, como escribió Bertolt Brecht, en Madre Coraje, de “cuando el delito se multiplica, nadie quiere verlo”.
Nunca me alegraré de alguien que entra en la cárcel aunque deplore que esté fuera. Pero lo llamativo es que, aunque hay policías que hacen su trabajo, jueces que lo permiten, y administraciones como la Agencia Tributaria que se lo toman en serio, cada vez menos estos delincuentes entran y permanecen en prisión. Y nunca devuelven ni una parte de lo robado. “Si la justicia fuera igual para todos”, lamentan algunos.
Mi amigo Juan González sostiene que en España los ricos no suelen entrar en la cárcel. Los jueces, defiende, son implacables con el mozo que roba una gallina, pero casi nunca con el señorón que roba millones. ¿Por qué? Es el sistema. El juez, sin ser un rico, suele relacionarse con ricos porque forma parte del tropel de caciques o neocaciques en cada localidad, junto al notario del pueblo, el médico, el farmacéutico, el comandante de la Guardia Civil, el director de la caja de ahorros… Y con fraternales abogados colegas, con los que compartió cocina antes de llegar a fraile.
La situación es de película sainetera de Berlanga, pero entendiendo su fina ironía del Todos a la Cárcel por Nadie. Almodóvar tendría a tiro una versión más moderna, epatante y glamurosa. Pero, también en los Papeles de Panamá, no anda para sarcasmos. No es raro que el penal de Guadalajara cayera en desuso.