Naturaleza en casa

02/03/2019 - 13:38 Luis Monje Ciruelo

La decisión del Ayuntamiento de Guadalajara de dedicar un  monumento al Magisterio Rural, que tantos hijos de campesinos, sin posibilidad de ir a un Instituto, ha llevado a la Universidad, ha hecho coincidir en ese parquecillo de Santo Domingo dos monumentos.

Cuando me asomo a la ventana y veo el gigantesco cedro del Líbano que en el parquecillo de Santo Domingo  me oculta el horizonte, cuya formidable copa llega a la altura del séptimo piso, no me importa que me impida la visión lejana de los contrafuertes de la Sierra Norte ni el más cercano panorama de la vega del Henares, porque, dada mi afición al campo, ese grupo de árboles, entre los que hay varios centenarios, algunos únicos ejemplares de especies exóticas, como  pinos de Alepo, cipreses negros, palmeras, plátanos  y cinco jóvenes encinas, me permite pensar, echándole bastante fantasía, que casi tengo la Naturaleza en casa. Una naturaleza viva porque a la poderosa copa del cedro acuden cada tarde, al ponerse el Sol centenares ¿quizá un millar? de pájaros no identificados, (no tordos ni gorriones, ¿serán alondras?) que llegan para pernoctar en la densidad de su ramaje en una alegre, a veces escandalosa, algarabía. En ese parquecillo, dándome la espalda, está el magnífico grupo escultórico en bronce, del Conde de Romanones, ministro de Instrucción Pública con Alfonso XIIl, vinculado a Guadalajara. La escultura, la más artística de la provincia, le fue ofrecida  por el Magisterio Público para agradecerle que sus sueldos los pagara el Estado, y no  los Ayuntamientos, por lo que cobraban tarde y mal ,menoscabando la dignidad del Profesorado.

La decisión del Ayuntamiento de Guadalajara de dedicar un  monumento al Magisterio Rural, que tantos hijos de campesinos, sin posibilidad de ir a un Instituto, ha llevado a la Universidad, ha hecho coincidir en ese parquecillo de Santo Domingo los dos monumentos:  el de bronce, del famoso escultor gerundense Miguel Bray, Medalla de Oro en la Exposición Universal de París de 1900, y el de libros de madera , de escultores alcarreños, tallado en el tocón de un pino centenario talado por enfermedad,: el de Romanones inaugurado en 1913 y el de los libros en 2018. La original escala de libros, supone el reconocimiento de la gran labor de tantos Maestros rurales que en los pueblos supieron preparar para la Universidad a jóvenes que no podían estudiar en Institutos, tarea que hacían los Maestros solos, quizá ayudados por el párroco en el Latín, mientras en los Institutos intervenían varios catedráticos. Solo ha depcionado a muchos el no saber si el libro que corona la escala es el Quijote, oViaje a la Alcarria, de Cela.