Navidad, un alto en el camino
13/12/2013 - 00:00
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La presión a la que nos someten los días bien merece que de tarde en tarde volvamos a vivir la experiencia de una nueva Navidad, ese tiempo lleno de misterio donde por unos días sentimos la impresión de que las cosas cambian. Hay tantas maneras de sentir la Navidad como personas existen. Cada hombre y cada mujer son un mundo, y cada mundo tiene su manera particular de vivir estas fiestas, tan repletas de vivencias y de recuerdos. A todos, y con mayor razón a los que vamos siendo ricos en edad, nos habla la experiencia de celebraciones navideñas muy diversas, de nochebuenas más o menos lejanas, que pasados los años perviven en la memoria ocupando un lugar inviolable. Es la fiesta de carácter familiar por excelencia, la gran fiesta del mundo en la que todos, así nos lo parece, queremos ser mejores.
  Dos milenios de mensaje de paz cambian la faz de la tierra por unos días o por unas horas. Luego todo vuelve a ser igual, la perversión humana comienza enseguida a reclamar sus derechos, los gritos de la laicidad y del descontento que algunos procuran situar a primera vista emergen de la humanidad sin rumbo, y el hombre, que lo somos todos, pronto se vuelve a hundir en su cubil recubierto de egoísmos, tornándose de la noche a la mañana en el principal enemigo de su condición, dando lugar en consecuencia a las más crueles desigualdades e injusticias entre la especie humana, siempre en favor del insaciable que ostenta el poder y en perjuicio, siempre también, del más débil, del eterno sufridor, del hombre de recta conciencia.
 La Navidad nos viene a recordar cada año, en estas gélidas noches de diciembre, que en el gran teatro del mundo estamos representando nuestro papel rematadamente mal, que la dignidad del hombre por creación es absolutamente igual para unos que para otros, que no puede ser así, que el mensaje del ángel de Belén habló de gloria a Dios en el cielo y de paz en la tierra a los hombres de buena voluntad.
  Así de corto y así de sencillo; una docena escasa de palabras que suponen todo un esquema de actuación que no figura en ningún programa electoral de la tierra; de ahí que en el fondo a los que tienen el poder no les interese la Navidad como conmemoración del nacimiento del Hijo de Dios, y mucho menos del mensaje que lleva consigo. Y así, en consecuencia, son varios y de distinto pelaje los sectores de la sociedad civilizada que sueñan con una navidad sin Dios, que se esfuerzan por conseguirla y poco a poco van desarrollando su papel con la colaboración de tanto como se dejan llevar fácilmente, entrando, creen ellos, en el camino de la modernidad, que por experiencia sabemos es un camino que no lleva a ninguna parte. Días que invitan a pensar, a enfrentarse con uno mismo aprovechando el alto en el camino que cada 25 de diciembre nos regala la Navidad y que, como no podía ser menos, te la deseo muy feliz, amigo lector, también si ves estas fiestas de familia a través de un prisma distinto a como yo las veo.
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